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Consecuencias
 
Edición N° 21
 
Noviembre 2018 | #21 | Índice
 
Mutaciones de la transferencia en un análisis
Por Estefanía Bonifacio
 

Estefanía BonifacioA partir de nuestro disparador “lo que cambia de lo que no cambia” me interesó trabajar las mutaciones de la transferencia en el recorrido del análisis de Esthela Solano Suarez. Estrictamente hablando, no es un testimonio de pase, sino un testimonio post-analítico. Se trata de un seminario de la Sección Clínica que Esthela dio en Argentina en 1996 que se tituló La práctica del pase. En ese entonces, ya había concluido su función de AE, ya había realizado un análisis post-nominación y ya había participado en el cartel del pase. En este seminario, con un estilo que roza el matema nos enseña sobre las diferentes formas de la transferencia a lo largo del análisis, sus impasses y cuál ha sido la función del acto del analista en los diferentes momentos de la lógica subjetiva. Transmite además sobre qué sucede después, es decir, cuál es el destino de esa libido disponible, desprendida del objeto del analista. Y cómo todo esto, se ha anudado para ella con la transferencia al psicoanálisis y a la Escuela. Su experiencia se escande en tres análisis, el primero en Argentina, el segundo con Lacan, y el tercero, 10 años después, luego de recibir la respuesta afirmativa de su nominación. De todo este recorrido, me centraré en el segundo análisis para intentar situar la relación de la transferencia con la interpretación, teniendo en cuenta que se trata del Lacan de la última enseñanza.

Vamos al caso. Contaré brevemente las coordenadas del primer análisis con el fin de que pueda apreciarse la coyuntura y la mutación a la entrada del análisis con Lacan. La coyuntura dramática que la llevó al primer análisis: a los 19 años, una cuestión de vida o muerte, un momento de extremo dolor, un pedido de socorro. Esta crisis que desencadena la actualización de la neurosis se ve favorecida nos dice, por un mal encuentro amoroso y por la reciente caída de uno de los NP más eminentes. Lo que significó, cito: “el empujón para hacer caer al sujeto en el sin fondo del Otro”[1]. En la transferencia con el primer analista fueron los significantes del psicoanálisis los que vinieron al lugar vacío que había dejado la caída del NP y el psicoanálisis pasó a ocupar el lugar de la religión, es decir la emergencia de un nuevo sentido, con el consecuente efecto terapéutico.

La interpretación se enunciaba como significación consolidando el SSS del lado del analista. El cierre de este análisis se da en un impasse provocado por lo que Esthela lee como una falla del deseo del analista. La analizante lee en las entrelineas de la interpretación un punto de goce, un querer que la concernía, “fabricado a medida, en contrapartida a la maniobra neurótica de hacerse querer en el lugar del ideal (….) trampa en la que el fantasma del analizante se engancha al fantasma del analista”[2]. Este “fracaso”, supuso la caída de ese analista como SSS, consolidando al mismo tiempo el SSS que ahora se desplaza hacia otro analista, un “al menos uno que lo encarnaría convenientemente”[3].

Será nada menos que Lacan aquel que abrirá la puerta, para cuyo encuentro tuvo que separarse de su familia, su práctica y su país. Dice Esthela: “Nunca el encuentro con alguien me marcó tanto como aquella primera entrevista”[4]. Cuando se presentó ante él dijo que quería hacer un análisis para devenir analista. Su búsqueda tenía una faz manifiesta y otra reprimida. El lado manifiesto era el sufrimiento que la neurosis producía, el reprimido era querer “buscar en el psicoanálisis el NP que fuera apto” para “nombrarla” “psicoanalista”. En aquella entrevista, se sitúa la paradoja de su demanda neurótica, “una demanda de reconocimiento de la falta en ser”. Una serie de preguntas, especialmente una repetida varias veces, hicieron emerger de entrada “el significante de la transferencia correlacionado al síntoma y el pathos implicado en él”[5].

Hizo falta un año de entrevistas preliminares donde se puso a prueba la demanda, lo que supuso llevar la a “un grado de decisión que empuja hacia adelante”, para que se llevara a cabo esa “mutación subjetiva” nos dice Esthela, necesaria para hacer pasar al sujeto a la posición analizante. Correlacionado a ello, el acto del analista, supuso un “Sí, te conduciré hasta la solución de tu deseo”. La función del sí tuvo para Esthela el valor de una apuesta, que habilitó tanto la posibilidad del análisis, como su recorrido y la conclusión del final.

Veamos lo que nos dice de su análisis con Lacan: “Extraer, gracias al análisis, el goce incluido en el significante, supuso durante largos años respetar el dispositivo más desconcertante y sorprendente que se podía conocer. En éste se plasmaba el anti-hábito, lo anti-hipnosis, y un anti-conformismo; para promover el despertar permanente a lo real, gracias al acto analítico”. En esta etapa se “cercó” “aquello de lo que el sujeto era prisionero como matriz de la inhibición, correlato de la angustia y articulación de la exclusión que se hace síntoma”[6].

Este tiempo implicó también atravesar uno a uno los significantes que petrificaban a la sujeto en una polaridad que hubo que desarticular: “La equivalencia del sujeto al plus de goce, por un lado, y a la insignia por otro, no dejan otra alternativa en su oscilación que la del lugar de excepción asegurado por el Ideal, o el lugar de excepción en el lugar del desecho”[7]. El acto del analista hizo posible la travesía quien, dice Esthela: “aseguró con su presencia y con su decir, un “no te dejaré caer”, hasta hacerla “pasar del otro lado”: “del otro lado del dolor de existir que se salda en lo incurable del sujeto; del otro lado de la falta del padre y de la culpa, que se cura en la conclusión de la inconsistencia del Otro; del otro lado del imposible rapport entre los sexos, que se soluciona en el hallazgo del bien decir”[8].

Salir de la mortificación le posibilita el acceso a un “saber alegre”, y a un “deseo inédito cuyo índice estaba dado por el entusiasmo”. En este punto Lacan le propone realizar un control. Esta propuesta pudo leerse en el pase como el signo del deseo inédito al cual el análisis había conducido: “deseo de ofrecerme en el lugar de objeto causa del deseo para otro”. Se encontraba en esta última etapa cuando ocurrió un hecho que le resultó cómico: el analista la hace pasar al consultorio como de costumbre, pero esta vez no fue. “Me quedé sola, dice, estirada en el diván, y pasado un cierto tiempo me marché. Al día siguiente sucedió lo mismo. Mientras estaba sola me di cuenta del vacío que me rodeaba. Escuché el silencio de ese vacío y me dio mucha risa”[9]. A la vez siguiente le dice que había hecho sola la sesión y que se daba cuenta de que hacía ya un tiempo que eso sucedía. “Él lo confirmó”.

Allí empezó la elaboración del tiempo de la salida, que estuvo caracterizado por “proposiciones conclusivas enunciadas con economía y precisión”. Dice Esthela: “Recuerdo la euforia de entonces, la alegría que acompañaba esta etapa. Me parecía increíble que se pudiera vivir de ese modo, en una plenitud de cada instante. Era como descubrir la vida”[10].

“Cuando le anuncié que me marchaba y que no volvería, que era la última sesión, no me acompañó. Se quedó esta vez sentado en su sillón de analista. Antes de atravesar la puerta, volví la cabeza y al encontrarme con su mirada, experimenté una inmensa ternura. No sabía que no lo vería nunca más”[11].

Hasta aquí el testimonio de 1996.

Bien, retomemos la pregunta del inicio, ¿Qué implicó haberse analizado con el Lacan de la última enseñanza? Como vimos, acto analítico y su inhumanidad estuvo sostenido por la presencia del analista que implicó un no te dejaré caer, hasta la destitución del SSS en la última etapa del análisis como de su propia presencia en el final, con su efecto/afecto de “inmensa ternura”. Ahora bien, hay un modo de interpretación que no está mencionada en este testimonio y que ha sido la interpretación por excelencia de este análisis. En una entrevista que Esthela mantuvo con el EPA en el 2006 en la que conversaron sobre aquel testimonio del ’96, nos lo cuenta.

Hacer un análisis con el Lacan de la última enseñanza supuso que “no estaba orientado por el eje del inconsciente transferencial”. Cito: “Lacan iba directamente en su operación analítica a producir el inconsciente como real, como puro agujero”. Y más adelante: “Es decir que la forma de proceder de Lacan ¿cuál era? Simplemente en vez de recibir toda una cadena de significantes articulada en significaciones y recibir la intención de significación, Lacan iba directamente contra eso cortando la intención de significación, contra la idea de que cuando hablamos comunicamos algo. (…) Eso crea una perplejidad absoluta y durante un año yo estuve perpleja”. (…) El día que yo escuché lo que había dicho fui inmensamente feliz, porque descubrí una nueva dimensión. Me llevó mucho tiempo, porque sacar a alguien de la sordera es muy difícil”[12].

Un día le iba a contar un sueño, solo alcanzó a pronunciar la primera frase: “Se trata de una mujer que venía a Paris”, y él dice “Eso es” y corta la sesión. Salió perpleja como de costumbre, y en el patio escucha por primera vez la frase de otro modo: “Se trata de una mujer que quiere, nace en Paris”[13]. Por primera vez escuchaba lo que había dicho, no en la vertiente de la significación, sino en la vertiente de un sentido nuevo, a partir del equívoco propio de la lengua en la que me estaba expresando. (…) En cada corte yo encontraba lo que surgía”. Así explica cómo el corte implicaba cada vez la separación entre S1 y S2, y el trauma del S1 que no quiere decir nada, sin sentido. “De repente” en el apres-coup ese S1 produce “una especie de incandescencia y precipitación” hacia un sentido nuevo. Pero había que soportarlo. “Pero él sabía hacer con eso y cuando me veía muy en las últimas, ya sin poder más con ese trauma del sinsentido que él imponía, venía con una sonrisa, o me tomaba de la mano o el brazo, como para decir “Sí, vamos a calmar un poco”[14].

Para finalizar, quería traer algunos pasajes de la última clase del Seminario 21. Allí dice que es necesario acordar la importancia que tiene trabajar con la materialidad de lalengua en la experiencia analítica, cosa que afirma hizo en el inicio de su enseñanza en el Discurso de Roma.

Dice respecto de lalengua: “Al menos quisiera hacerles sentir lo que implica la experiencia analítica. Es que cuando se trata de esa semiótica, de lo que constituye sentido y de lo que comporta sentimiento, y bien, lo que esa experiencia demuestra es que de lalengua, tal como la escribo, procede lo que no vacilaré en llamar la animación. … Se trata de la animación en el sentido de un revolver, de un cosquilleo, de un rascado, de un furor, para decirlo todo: la animación del goce del cuerpo. Y esa animación no proviene de cualquier parte”[15].

Y sigue: “Si el cuerpo, en su motricidad, está animado en el sentido que acabo de decirles, a saber el de la animación que da un parásito, eso proviene de un goce privilegiado distinto del goce del cuerpo”. Es decir, el goce fálico. Éste goce semiótico se “sobreagrega al cuerpo” y al hacerlo, dice Lacan, “hay un problema”: “esa semiosis resbaladiza cosquillea al cuerpo en la medida en que no hay relación sexual”[16].

Ahora bien, ¿qué nos dice Lacan de la operación analítica? Cito: “Es por ponernos en ese estado de atención flotante, que hace que justamente cuando el analizante emite un pensamiento, podemos tener otro muy diferente”. A veces, por una especie de equívoco, de equivalencia material, nos percatamos, dice Lacan: “nos percatamos porque lo padecemos” de que podía “ser oído todo de través”. “Es una feliz casualidad de la que brota un relámpago (…) y justamente de aquí puede producirse la interpretación”[17].

Para concluir: “A fin de cuentas no es sorprendente que a esa especie de puesta en co-vibración, co-vibración semiótica, se la llame, púdicamente transferencia. Y también hay mucha razón para no llamarla sino así, me parece bien. No es el amor, pero sí el amor en el sentido ordinario”[18].

Para que no quede empantanada ahí, en el amor: “Debe tratarse de permitir al analizante elaborar ese saber inconsciente que es en él como un chancro”.

“Quien no está enamorado de su inconsciente yerra. …. Pero es quizás en ese andar (erre) -esa cosa que tira allí cuando el navío se deja botar- que podremos apostar a encontrar lo real, un poco después; advertir que el inconsciente quizás sea disarmónico, pero que tal vez nos lleva un poco más a ese real que a la muy poca realidad que es la nuestra, la del fantasma; que tal vez nos lleva más allá, al puro real”[19].

 
Bibliografía consultada
  • Solano, E., Feminidad y fin de análisis. Grama Ediciones, Buenos Aires, Año 2009.
  • Lacan, J., en El Seminario Libro 21: Los nombres del padre. Inédito. Versión íntegra.
 
Notas
  1. Solano, E., “La práctica del pase”, en Feminidad y fin de análisis. Grama Ediciones, Buenos Aires, Año 2009, p. 96.
  2. Ibíd.
  3. Ibíd.
  4. Ibíd., p. 97.
  5. Ibíd., p. 97.
  6. Ibíd., p. 99.
  7. Ibíd., p. 100.
  8. Ibíd., p. 100.
  9. Ibíd., p. 101.
  10. Ibíd., p. 101.
  11. Ibíd., p. 102.
  12. Solano, E., Op. Cit., p. 138.
  13. Nota en el texto: “Il s´agissait dúne femme qui venait a Paris”: frase pronunciada. “Il s´agissait dúne femme qui veut, nait a Paris”: Frase escuchada.
  14. Ibíd., p. 140.
  15. Lacan, J., en El Seminario Libro 21: Los nombres del padre. Inédito. Versión íntegra, p. 184.
  16. Ibíd., p. 184.
  17. Ibíd., p. 186.
  18. Ibíd., p. 187.
  19. Ibíd., p. 191.
 
 
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2008 - | Departamento de psicoanálisis y filosofía | CICBA