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Consecuencias
 
Edición N° 21
 
Noviembre 2018 | #21 | Índice
 
Psicosis y vulnerabilidad social
Acerca de cómo albergar y acompañar a sujetos desamarrados de lo social
Por María Paula Castro
 

María Paula CastroEn este trabajo es mi intención trasmitir acerca de una práctica interdisciplinaria con jóvenes en situación de vulnerabilidad social que llegan a una Institución que pretende ayudar dentro lo posible a aminorar las condiciones de necesidad social en la que están inmersos. Institución en la que no hay tratamiento psicológico pero si un equipo de psicólogas, trabajadoras sociales, artistas y operadoras sociales que orientadas por el psicoanálisis enfrentamos una práctica que desafía todos los días las limitaciones con las que nos encontramos en el abordaje de cada sujeto.

Vamos a hablar aquí de aquellos sujetos desarraigados[1] de lo social, aislados del lazo social, con excesos en el cuerpo y en los consumos, desregulados. Sujetos que viven en la pobreza o en situación de calle, sujetos que no trabajan y que llegan a la Institución por sus carencias sociales. Retraídos, abandonados por sí mismos y por sus otros, oscilando entre momentos donde parecería no haber impulso vital y otros donde el recibir ayuda pareciera conectarlos aunque sea por un momento, manifestando en general un desarraigo absoluto, cercano a la forclusión del sentimiento de existir.

Es sobre este entrecruzamiento que quiero dar cuenta, un sujeto psicótico en situación de vulnerabilidad social llega a una dependencia del Ministerio de Desarrollo Social–Instituto de Juventud, una Casa para jóvenes donde se dictan talleres culturales y de oficio llamada Casa del Futuro.

Voy a presentar a V y H, siendo ellos dos sujetos de alrededor de veinte años que llegan en diferentes momentos y por diferentes circunstancias a ser escuchados, contenidos y acompañados en un proceso que intentó en ambos casos poner en juego algo del orden de las normas de intercambio y la comunicación cuando la dimensión del goce invadía en forma de exceso todas las intervenciones que se intentaban realizar, de derivación social (tramitar subsidios, etc) y terapéutica principalmente.

A V no se le podía hacer el cuestionario de admisión ya que en la entrevista tenía un discurso delirante tan marcado que era casi imposible mantener una conversación, parecía ver y escuchar a otros mientras hablábamos, parecía distraerse para luego volver a mirarme con una sonrisa exagerada. Vivía en situación de calle aunque no lo manifestara así “a veces vivo en constitución, a veces en Palermo”, “para qué me preguntas, qué vas a hacer con eso?”, no quería mostrar su DNI el que atesoraba en su bolsillo agarrándolo como si alguien fuera a quitárselo, no recordaba la numeración, le comenté que era una norma institucional para el ingreso y entonces me pidió acompañarme a sacar una fotocopia, cuando vio la máquina impresora no quiso realizarlo, decía que él conocía ese aparato y que con eso íbamos a robarle la identidad, tampoco quiso firmar nada manifestando que lo que decía en el interior de los documentos (cuestionario de vulnerabilidad social y de cesión de imagen) implicaba que nosotros íbamos a adoptarlo y a pagarle por participar en los talleres y que él no necesitaba nada, decía vivir en la calle por elección, decía que lo molestábamos y que iba a contratar un abogado, pero se quedaba.

El rechazo de los semblantes, de la intersubjetividad llevaron a que cada intervención intentara en la medida de lo posible favorecer la construcción de un lazo social con otro ante una situación específica; en situaciones donde sabemos que el joven sujeto, por su estructura, queda reducido a vivenciar una descreencia de todo, al extrañamiento de su cuerpo y del lenguaje mismo, se torna necesario un acto pedagógico muy decidido, para albergarlo, sin el recurso del llamado a los ideales.

Como señala Lacan, ya Freud en “La pérdida de la realidad en la neurosis y en la psicosis”, el problema no es el de la pérdida de la realidad, sino del resorte de lo que se sustituye a ella[2].

“La relación que se establece en el ámbito institucional con los sujetos psicóticos y autistas graves tiene toda su complejidad, por la singularidad de sus comportamientos y por las limitaciones de las instituciones, estos sujetos pueden quedar reducidos a un mal pronóstico para acceder a un lugar en el mundo con sus irrupciones de goce por fuera de la normativa generalizada”[3].

Podríamos decir que es muy difícil sino imposible acompañar por fuera de un tratamiento psicológico a un sujeto que entiende aquello que viene del otro en clave delirante, V estaba seguro que nosotros queríamos algo de él, había una lógica presente que empujaba una y otra vez a la elaboración del delirio, como punto de certeza que viene de lo real y empuja a la elaboración de sentido.

En la matriz generadora de la psicosis encontramos un mecanismo de significación personal que consiste en remitir representaciones de la realidad a la propia persona, el Otro toma la iniciativa y todo pasa a ser un sentido a descifrar que le es dirigido. Se le impone como mecanismo automático, modalidad de automatismo inconsciente, de origen automático[4].

V era una persona que aparentemente había pasado toda su vida en situación de calle, V era una persona sin historia, nunca había estado en tratamiento y aparentemente nunca había recibido medicación. Al intentar derivarlo, ofreciéndonos para acompañarlo, su respuesta era categórica y ahí no sonreía, él decía no necesitar un psicólogo ni mucho menos medicación, cuando algo de esto aparecía como necesario ante los brotes que una y otra vez se manifestaban asustando a otros jóvenes o talleristas, se rehusaba hasta ponerse violento y se retiraba.

Pero V siempre volvía. Ingresaba a los talleres, especialmente a aquel taller que funcionara en el aula de danza donde hay espejos gigantes, allí pasaba horas mirándose, moviéndose, hablando con alguien alucinado. Si lo dejábamos persistir en esa actitud se mantenía pacifico, una vez que intentábamos ofrecerle otra actividad posible se molestaba y se retiraba enojado.

Neisser va a decir que el fenómeno de automatismo en el comienzo es un fenómeno de vacío, una experiencia de vacío de significación. Se vacía de sentido común, una representación que se vacía de su significación habitual, entonces la representación se impone como vacío de significación. Siendo necesario que se vacíe de significación común para que tome la característica de una significación personal[5]. V decía “eso que está ahí, eso que dice ahí, está ahí porque con eso ustedes quieren robarme la identidad y adoptarme”.

La significación personal tiene una carga libidinal, lo que se vuelve personal es el investimiento libidinal, un goce que le resulta común, esperable.

Millas dirá citando a Lacan que “toda cadena significante trae aparejada una atribución subjetiva, es decir que le asigna un lugar al sujeto. En la medida que habla el sujeto asume como propios sus dichos, cambia de posición respecto de lo que dice, por ejemplo al negarlo, consentirlo, afirmarlo, etc. En el fenómeno alucinatorio se produce una ruptura de la cadena significante y el sujeto no puede asumir su palabra como propia”[6].

Las situaciones agudas se manifiestan como desencadenamientos de conductas alucinadas, aislamiento emocional y afectivo, brotes delirantes, patologías del acto. Estos episodios fueron radicalizando posturas que lo pusieron en desventaja frente a otros, ahora o en el futuro, incidiendo en la relación con sus pares quienes primero quisieron ayudar a V, le llevaban ropa, intentaban conversar con él, para luego con el tiempo segregarlo y/o la excluirlo.

V usaba las duchas de la Institución y tomaba eventualmente una sopa, pasaba horas sin comer y cada día antes que se abrieran las puertas ya estaba allí. Llegaba la mayor parte de las veces con consumos (aunque nunca lo confirmo parecía ser paco lo que consumía) y por momentos parecía estar en una situación de explotación sexual con un hombre que lo albergaba en su casa y le daba comida a cambio de sexo. Este tipo de relatos aparecían con aparente lucidez entremezclados con relatos delirantes que fue construyendo con el tiempo, como por ejemplo que conocía y era amigo de la hija de una trabajadora social de la Institución quien no tiene hijos. Relatos delirantes descolgados que cada vez se tornaban más consistentes.

En las entrevistas que mantuvimos se pudo ir nombrando y definiendo algo sobre la manera singular como este sujeto vive su pulsión. En este sujeto, las entrevistas, le permitieron ir situando sus puntos de certeza, algo de la escucha analítica se pudo poner en juego, en el marco de una transferencia con los excesos propios de la psicosis, a la que se intentó una y otra vez poner un punto de capitón.

En El Seminario Libro III Lacan dice de la ruptura de la cadena significante en la psicosis, el S1 funciona de modo autónomo, y va a ilustrar cómo en la paranoia esto puede rearticulrarse de manera delirante, mientras en la esquizofrenia no se cuenta con esa posibilidad. En ella, todo lo simbólico se vuelve real y permanece como tal[7].

Con el tiempo V se fue poniendo cada vez más agresivo verbalmente, interrumpía los talleres con comentarios que nada tenían que ver con lo que el tallerista estaba impartiendo como contenido, relataba situaciones casi de ciencia ficción respecto de la relación que aparentemente mantenía con la electricidad. El límite fue el día que amenazó a quien orientaba y supervisaba las intervenciones, se le indicó que para continuar en la Institución debía comenzar un tratamiento psicológico y se fue muy enojado.

A la semana siguiente descompensado, volvió solicitando ser internado, por lo que pudimos entender de lo que decía, lo habían echado del lugar donde supuestamente habitaba de manera eventual, se lo percibía muy deteriorado y más abandonado físicamente que de costumbre.

Aquí comienza el relato final de una historia que no terminó, el SAME lo llevo a una guardia psiquiátrica donde diagnosticaron una problemática con el consumo y lo derivaron a otra institución que trabaja específicamente consumos quienes desestimaron su ingreso por tratarse de una patología de base psiquiátrica.

V no volvió.

Por ultimo voy a relatar a H, ya que con él se estableció una transferencia que nos permitió acompañarlo en una estabilización lábil y fluctuante. H dice que desde que recuerda esta medicado por la madre con litio, toda su familia se encuentra en la misma situación, es el mayor de 5 hermanos y llega con un autodiagnóstico, dice ser “bipolar”, relata una serie de internaciones que incluyeron electroshocks, relata un compulsivo consumo de cocaína y sexo y por lo que manifestaba sus únicos encuentros con profesionales de la salud mental eran en episodios de brotes maniacos en guardias hospitalarias. Con el transcurso del tiempo fue asistiendo a talleres y generando lazos que se discontinuaban. Fueron muchos los intentos de acompañarlo en el sostenimiento de tratamientos psicológico/psiquiátricos que tampoco podía sostener en el tiempo. H se agujereaba el cuerpo, comenzaba con cortes que iba profundizando con quemaduras y sustancias que iba poniendo en su interior, decía no sentir dolor, decía que buscaba con eso sentir algo.

Lacan en “L’Etourdit”[8] va a decir que el sujeto esquizofrénico se encuentra en la posición de tener que arreglárselas con sus órganos pero sin contar con el auxilio de un discurso establecido.

Millas va a hablar de vivencias intrusivas y cuerpos poseídos, la extrañeza del significante se acompaña de la extrañeza del propio cuerpo, una alteración de la relación del sujeto con el lenguaje traerá aparejado un trastorno en la asunción del cuerpo como propio.

Lacan llama cuerpo simbólico al lenguaje, es el lenguaje el que otorga el cuerpo al sujeto como un atributo. “El poseído pierde el dominio de su cuerpo, de su pensamiento, es habitado por sensaciones extrañas y puede llegar a tener capacidades extraordinarias”[9]

En las entrevistas que teníamos H decía que mi voz le calmaba al monstruo que vivía en su interior, iba una y otra vez en búsqueda de poder hablar un rato y cuando encontraba de manera muy frágil un apaciguamiento de su padecer escribía sin parar, quería dar testimonio de su historia y lo ayude a escribirlo.

Los resultados de estas frágiles estabilizaciones se daban en torno a albergar sus intereses: el teatro, la literatura, la escritura, las demandas de atención fatigantes y el poder tolerar distancias. Invenciones que han permitido un tránsito entre el goce loco singular que angustiaba a H y a sus acompañantes, a un goce socializado y con creación de un sentido tolerable. Pero no pudo sostenerlo en el tiempo.

H dejo de asistir a la Institución.

La buena orientación y posición (de quien interviene) permite desplegar en un sujeto psicótico sobre su saber en relación a la articulación del goce al cuerpo, a su significación delirante de los fenómenos elementales, a sus respuestas a la intrusión del Otro, a la experiencia cuando el lenguaje se automatiza, a las suplencias al vínculo social deshecho y a lo que de éste le es o no soportable, a la irrupción de goce de un S1 desencadenado como significante en lo real , a sus ideas delirantes, a la increencia en el Otro por la cadena rota, a sus defensas y al pasaje al acto[10].

Entonces para concluir puedo decir que en este entrecruzamiento entre vulnerabilidad social, desarraigo y psicosis, la orientación por el psicoanálisis en lo que podemos llamar psicoanálisis aplicado, es lo que permitió hacer en cada caso algo del orden de una intervención posible que albergó y acompañó, ayudando en cada instancia y mientras se pudo, al apaciguamiento de un goce que se tornaba intolerable.

 
Notas
  1. Miller, J.–A., Desarraigados, Editorial Instituto Clínico de Buenos Aires, Paidós, Buenos Aires, 2016.
  2. Lacan, J., “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis” en Escritos 2, Siglo Veintiuno editores, Argentina, Año 1987.
  3. http://nel-medellin.org/blogresena-de-las-actividades-con-daniel-millas-desarrolladas-en-la-nel-medellin-en-el-proyecto-cid-medellin-entre-el-17-19-de-octubre-2013/
  4. Millas, D., Apuntes de clases dictadas en la Maestría de Clínica Psicoanalítica- UNSAM. Año 2015-2016
  5. Neisser, C., “Disertación sobre la paranoia desde el punto de vista clínico” en Clásicos de la Paranoia, Ed. Dorsa, Madrid, 1997.
  6. Millas, D., “Cuerpos Poseídos” en Revista Ensayos n°8, 22 de diciembre 2015.
  7. Lacan, J., El Seminario, libro 3, Las Psicosis, Editorial Paidós, Buenos Aires, Año 2010.
  8. Lacan, J., “L’Etourdit” en Escansión N°1, Edit. Paidós, Bs.As.
  9. Millas, D., Op. Cit
  10. http://nel-medellin.org/blogresena-de-las-actividades-con-daniel-millas-desarrolladas-en-la-nel-medellin-en-el-proyecto-cid-medellin-entre-el-17-19-de-octubre-2013/
 
 
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