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Consecuencias
 
Edición N° 22
 
Julio 2019 | #22 | Índice
 
Palabras preliminares al libro Lo real y la declinación de los semblantes. Notas Lacanianas, de Mario Goldenberg
Por Philippe Fultot
 
Philippe Fultot

Con sus numerosos artículos y entrevistas, el texto de Mario Goldenberg parece plural y heterogéneo, y nos guía en una muestra de notas musicales, lacanianas. De la videovigilancia o el arte al discurso capitalista, pasando por la declinación de la imago paterna y por lo desesperantemente desconocido de un adolescente en esta época. Pero precisamente de esta época que parecemos desconocer, de su espíritu, de como afecta al sujeto, y de su correcto diagnóstico, los múltiples artículos que presenta Mario Goldenberg resultan por el contrario isomorfos.

Por lo demás, en estos textos Goldenberg navega una vez más por lo que parece una tarea psicoanalítica polémica. Se trata del pasaje del inconsciente de un solo sujeto al pasaje de un inconsciente múltiple, grupal, que se podría llamar subjetividad de la época pero que yo me animaría, dado que esa nueva subjetividad está visiblemente masificándose en sujetos cada vez más sufrientes, en llamar nuevo malestar en la cultura, y siguiendo ciertas reflexiones por parte de Martin Heidegger, de peligro supremo.

Este nuevo malestar en la cultura está dado porque todo indica que se produjo un cambio notable en el liberalismo tardío, un “nuevo espíritu del capitalismo” (Boltansky y Chiapello) que exige rentabilidad de un sujeto, rentabilidad que plus–de–goce mediante ya supera ampliamente lo laboral y que se ha convertido en rentabilidad hedonista de la entera existencia de un sujeto, de la invasión de todo su inconsciente. Lo que revela esa rentabilidad de toda la existencia es que ese sujeto siente que no da la talla, o bien que no está a la altura y lo que viene a revelar en consultorio, desbordado, al borde del colapso, es que no alcanzar esa verdadera rentabilidad hedonista lo convierte, sufriente y desesperado, en culpable y en cierto modo en deudor. El retorno insoportable de la culpa pero de un modo insólito.

La culpa fue siempre provocada en lo freudiano por la inaccesibilidad al placer, excepto si se gozaba precisamente de esa inaccesibilidad, y el psicoanalista tenía como misión rever ciertas prohibiciones superyoicas internas para liberar al sujeto para que accediera a ese placer impedido, pero en época de liberalismo tardío todo indica haber sido remplazado por el imperativo de goce, por el “gozar a secas”, por haber reinstalado el goce y no su prohibición, en nombre del deber, y de cualquier modo: sexo, consumo, ludopatía, espiritualidad. Esto incluye, contrariamente a lo que se piensa, a los sectores desposeídos que no quedan fuera de la situación sino que impera en ellos una verdadera condensación de goce en la que gobierna el juego afiebrado en casinos y bingos, el consumo de substancias, incluidas las derivadas de drogas duras, las armas, etc. La culpa se produce entonces inversamente por sentir que se falla frente a una orden y a un nuevo deber, al imperativo de goce.

Esto ocurre porque el liberalismo tardío impone una nueva subjetividad marcada por el rechazo a la castración y su consecuente ausencia absoluta de límite. Y el sujeto opera contra sí mismo: se exige, se provoca a dar–se de un modo ilimitado. La primera pregunta es qué debe hacer un psicoanalista con este sujeto. Si el analista de la era victoriana intervenía acerca del sufrimiento de un paciente y en última instancia en la propia comunidad, debe el analista actual decir o hacer algo con un paciente y con la comunidad en la que interviene. ¿Debe invitar al sujeto y la comunidad a no gozar? Si cree que aún tiene algo para decir, si interviene en comunidad, lo más importante será diagnosticar de manera acertada el malestar la época y no extraviar esta miseria psicológica de las masas extendida a todo Occidente.

Para comprender a este emprendedor por llamarlo en términos contemporáneos, este gerente de sí mismo, que se explota a sí mismo y que se identifica explícitamente a lo que Lacan llama lo “astuto” del discurso capitalista –porque el sujeto ha interiorizado tanto la orden del goce que no cree ya que exista un deber superyoico, ni un discurso capitalista que lo inste– hay que retornar a la esencia de la técnica del liberalismo tardío de Martin Heidegger. Heidegger anticipa la aparición del sujeto–emprendedor que provoca su propia rentabilidad, que se revela a los demás y a sí mismo sin límites, forcluyendo la castración

Este modo de des–velamiento de la estructura en la que ese sujeto participa, y el modo de actuar de ese sujeto dentro de la estructura, con los otros y consigo mismo son declarados por Heidegger el peligro supremo.

Si Lacan afirmó, lacónico, que la ciencia era una ideología de la supresión del sujeto, en la esencia de la técnica Heidegger vio también la des–apropiación del hombre por sí mismo

Para Heidegger está dada una estructura de emplazamiento, la Gestell, que se distingue de la poiesis, dado que la Gestell provoca a la naturaleza y a los demás sujetos y en última instancia al subjetum, reenviandolo ya no a la noción de subjetividad sino a la de sujetamiento. Gestell y poiesis se oponen en Heidegger en que ambas difieren en el modo de des–velamiento de lo que existe. La Gestell des–vela todo lo que existe provocandolo previamente en lo matemático, la poiesis des–vela lo que existe en su carácter creativo, en lo que va apareciendo de–por–sí.

Esta Gestell emplaza todo lo existente, lo provoca y de modo inmediato, "hacia la máxima utilización con el mínimo gasto". Dicho en términos marxistas, el propósito de esa Gestell es que todo aquello que es se presente como mercancía: "la energía oculta en la Naturaleza es sacada a la luz, a lo sacado a la luz se lo transforma, lo transformado es almacenado, a lo almacenado a su vez se lo distribuye, y lo distribuido es nuevamente conmutado". Se libera, se transforma, se almacena, se distribuye y se vuelve a comenzar, de ahí el carácter de estructura de emplazamiento. Todo pasa a convertirse de letra a número, y el subjectum también.

El carácter de disponibilidad y de movilización como un fondo de reserva, se hace extensible hacia el hombre, hacia el sujeto, quien "está ya provocado a extraer energías naturales para hacer acontecer ese salir de lo oculto que solicita y emplaza". En la última etapa ese hombre pierde su estatus de mecanismo del dispositivo de Gestell para pasar a ser él mismo un fondo de reserva con una disponibilidad a rentabilizar, emplazado a des–velarse un miserable técnico de sí mismo, un instrumento parlante y no ya ser hablante, empresario de la rentabilidad de su yo, reduciéndose a un capital humano en su horizonte de disponibilidad, sometido a un absoluto sujetamiento.

En esta forclusión de la castración que da lugar a lo ilimitado, añadamos que en Observaciones sobre el Edipo Hölderlin utiliza el término ungeheure como lo sublime de lo “monstruosamente ilimitado”, indicando así que la falta de límite es monstruosa, lo que nos hace pasar del casi–demasiado al demasiado y en eso es sublime aunque sea monstruosa.

Segundo síntoma de la época, segunda miseria psicológica americana de la masa, la existencia generalizada de la violencia mortífera del racismo, racismo entendido por Lacan como segregación.

En 1974, en Televisión Lacan aludía a la reserva de un tipo de racismo ya existente debido a cierta precarización del modo de goce de cada uno. El goce del otro ya era sentido molesto y amenazante y para salvaguardar la propia estima de su propio goce, el sujeto declaraba al goce del otro maligno o subdesarrollado. Pero en la década anterior Lacan fue mucho más explícito y su diagnóstico fue más severo. Hizo alusión a la “ idea absurda de que se iba a poder terminar rápidamente” con los campos de concentración sino que mostraban un modelo anticipado del efecto segregativo, y que el campo de concentración formaba parte del mismísimo discurso de la ciencia y de su efecto en el lazo social e hizo referencia a que “como consecuencia del reordenamiento de las agrupaciones sociales por la ciencia y, principalmente, de la universalización que introduce en ellas”, "profundas reorganizaciones de las jerarquías sociales que constituyen la característica de nuestro tiempo”, "nuestro porvenir de mercados comunes será balanceado por la extensión cada vez más dura de los procesos de segregación" y finalmente que “pensamos que el universalismo, la comunicación de nuestra civilización homogeneiza las relaciones entre los hombres. Al contrario, pienso que lo que caracteriza a nuestra época (y de esto no podemos darnos cuenta) es una segregación ramificada, reforzada, que produce intersecciones a todo nivel y que no hace más que multiplicar las barreras”.

Estas intervenciones explícitas de Lacan, verdaderos diagnósticos sobre la época, revelan que esa diversidad ramificada producía para Lacan "intersecciones a todo nivel" que corren el velo de su reverso obsceno, el de un nuevo tipo de segregación multiplicado ad infinitum en una lógica de fragmentación en la que, caído el S1 único del padre ideal, cada sujeto o identidad de sujetos se convierte en su propio S1 reforzado, dando lugar a un nuevo escenario compuesto por una miríada de pequeñas máquinas deseantes que se segregan sin cesar entre sí intentando imponer cada una a la otra su propio modo de goce. Inspirándose en la obra de Roberto Esposito y en su análisis de un dispositivo inmunitario, Mario Goldenberg lo señala en su obra: “el modo lacaniano de pensar la comunidad diverge de la psicología de las masas freudianas, para Lacan no hay comunidad de goce, el bios lacaniano es forma de vida, manera de gozar en singular”.

¿Qué tiene para decir un analista con un sujeto desbordado que rechaza, forcluye la castración, sujeto sin límite, y por lo tanto que naufraga en un remolino mortífero de caos pulsional arrasado por flujos libidinales, y además nuevamente culposo y deudor, dado que Gestell mediante, debe dar la talla en todos los aspectos de su existencia, incluidos los hedonistas, y no puede, debe obedecer esta nueva orden superyoica y siente que no está a la altura, y sujeto que además debido a la multiplicación de identidades orgullosas de serlo, orgullosas del goce que buscan en su identidad, tienden, a causa del universalismo del discurso de la ciencia, a segregar estas nuevas identidades y a su goce que él considera inconscientemente inferior por maligno o subdesarrollado, al suyo propio?

Un paciente que se des–vela se ese modo ante su analista, por lo demás, en lugar de des–velarse de otro modo con su fantasma, con lo que está siempre allí y no debe ser provocado sino puesto en poiesis, representa el peligro supremo de la época. Por lo demás, desaparecido el Nombre del Padre (como lo muestra Goldenberg en su análisis de las peliculas Paranoid Park y Elephant) el lazo social entre los sujetos de esa ciudad parece extraviado en un majestuoso ocaso. El sujeto, subsumido en la Gestell, la ciudad parece por primera vez ser anticomunitaria, parece despreciar el munus de la communitas, el don, el sacrificio, en palabras de Marcel Mauss “la roca de toda sociedad”.

Nuevamente: ¿el analista actual tiene algo para decir en la comunidad? Por ejemplo me pregunto con creciente inquietud si el ascenso generalizado de la extrema derecha en Europa no representa la demanda de una parte del demos del retorno de un Padre forcluido hace tiempo, y si el retorno será real, violento, y no simbólico por haber sido forcluido. Un Padre asociado también a la autoridad de lo religioso, si esa culpa individual relacionada a no estar dando la talla reenvía de un modo u otro a lo paterno de lo religioso, a aquello que Lacan afirmaba que siempre triunfaría, incluso sobre el psicoanálisis porque la religión es “inagotable” y porque “ni siquiera se puede imaginar lo poderosa que es”. Lo religioso se impone como sacrificio (del que se puede gozar) y el liberalismo como plus–de–goce, el límite contra lo ilimitado. Lo religioso impone un límite, el liberalismo lo forcluye. En Soumission, Houellebecq parece haber perfectamente entendido la demanda del retorno de un Padre, ligado a lo religioso y a lo extrema derecha que llegan juntos al ballotage en su novela de anticipación. Otro diagnóstico acertado.

El modo de desvelamiento tanatológico en el que se presentan hoy el sujeto y su comunidad, reducidos ambos a provocar a las fuerzas omnipotentes, inexorables y destructoras del cómputo numerizable, previsible, matematizable, tiende a engullir al ser hablante y a posicionarlo en una oscura vicisitud de la que le cuesta salir, puesto que una vez más cree que es astuto integrándola. Sujeto y comunidad deben des–velarse en efecto, pero de otro modo de aquel de la rentabilidad hedonista de toda la existencia misma, en el recorrido de una poiesis que muestre otra cosa que un número, y que sea una capacidad de traer–ahí–adelante, de pasar del estado des–ocultamiento poniéndolo en un modo no alienante al estilo del emprendedor de sí. La poiesis querría des–velar lo que hay de creativo en el sujeto. El psicoanálisis debería ayudar a facilitar en el paciente y en la comunidad un desvelamiento a efecto poietico, es decir una producción de un sujeto que se sirva del des–velamiento (ereignis mediante: "este soy yo y me apropio de ello") pero sin alienarse en él, un sujeto y una comunidad creadores que aumenten sus recursos expresivos sublimatorios y no los rentables. La condición es nuevamente para el analista el correcto diagnóstico de la época. La pulsión de muerte ocurre hoy en este sujeto y en esta comunidad, amparados y entusiasmados en y por el estado de derecho que muchos analistas dicen proteger. La disyuntiva de la época parece ser "o bien el psicoanálisis o bien el aniquilamiento del sujeto y de la communitas en manos de la estructura de emplazamiento". A condición de diagnosticar este zeitgeist, esta subjetividad de la época, que resulta en un peligro supremo, y no simplemente en erigirse en protector del estado de derecho, para un psicoanalista, último katekhon contra el malestar de la cultura actual, la esperanza parece provenir de aquel Poeta citado por quien predijo este peligro supremo: “allí donde crece el peligro yace precisamente aquello que lo salva”.

 
 
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2008 - | Departamento de psicoanálisis y filosofía | CICBA