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Consecuencias
 
Edición N° 24
 
Octubre 2020 | #24 | Índice
 
La pregunta por lo real [1]
Por Bernardino Horne
 
Bernardino Horne

Buenas tardes. Estoy muy contento de estar de nuevo en el Departamento después de un largo tiempo. Deseo transmitirles, en cinco puntos, el tema que estoy trabajando, que seguramente será de interés para algunas articulaciones con los asuntos que les preocupan.

Punto 1: Una profundización de la noción de lo real

Este subtítulo repite las palabras de Lacan en su seminario La ética del psicoanálisis (pág. 21). Explícitamente, abre allí un proyecto nuevo, en el que no aspira –como es común a las éticas– a reflexionar sobre el ideal, el bien y las formas de alcanzarlos.

Decide tomar el camino contrario, ir en el sentido inverso, o sea, el “de una profundización en la noción de real”. Este proyecto se extenderá hasta el Seminario 23, cuando establece el sinthome como la vía clínica privilegiada y afirma: “Lo real (…) es sin ley”[2].

Así, La ética del psicoanálisis tiene un lugar y un valor propios en la enseñanza de Lacan. A partir de este seminario, la orientación girará en dirección a lo real de un modo abierto y dentro de un programa de trabajo. Antes su presencia era otra, y no objeto central de reflexión, apareciendo apenas como uno de los tres registros “que son los registros esenciales de la realidad humana”.[3]

Jacques–Alain Miller dedica varios cursos a este tema, desde Piezas sueltas, de 2004, hasta su curso de 2011, “El ser y el Uno”, aún inédito. En ellos, se dedica a develar el hecho y las consecuencias teóricas y clínicas que implica ese giro de 180 grados, que va del Otro al Uno. Según nos cuenta Miller en su curso, la cosa se le presentó en toda su dimensión cuando vio que “hay Uno quiere decir que el Otro no existe”.

Si consideramos el Otro como punto de partida, cabe una ética del amor al prójimo, pero, si partimos del Uno, llegaremos a una ética que considera el goce.

El verdadero instante de flexión en la teoría y en la clínica, el corte epistemológico que Lacan hace dentro de su propia teoría, se produce en la clase del 15 de marzo de 1972, en el capítulo IX del libro 19 del Seminario.

En él, Lacan pronuncia: “hay Uno”. Ese Uno —que no es el número uno, sino el significante Uniano— es el singular significante que funda el campo de lo Uniano y permite entender por qué el existir precede al ser.

También el campo Uniano es una respuesta al misterio de la unión del alma con el cuerpo, ya que es el resultado de una operación simbólica en el puro real, cuestión que ha sido llamada por Lacan “el misterio del cuerpo hablante”.

Entre las consecuencias clínicas que tiene el paso del Otro al Uno, hay un pasaje de la interpretación a la lectura. La dirección de la cura ya no se orienta por el sentido. Lo hace por el sinsentido.

REAL<------------------ SIMBOLICO ------------------>IMAGINARIO

Metonimia-lectura x Metáfora-interpretación

<------------------Giro de 180 grados <------------------

Es claro que, llegados a este punto, la pregunta se impone: ¿Qué es lo real?

Al preguntarnos por lo real, de él nos alejamos. Lo real no tiene ser. No hay saber en lo real. Existe como exterior al saber. No hace lazo.

Es lo negativo de lo verdadero. No obedece a ningún sistema, no tiene orden. Lo real es sin ley.

En Piezas Sueltas, Miller dice de lo real: “el real de Lacan es un negativo de lo verdadero, por cuanto ese real no está enlazado a nada, está separado de todo, incluso de todo todo; no tiene leyes, no obedece a sistema alguno, y condensa el hecho puro del traumatismo”.

Lo real en la clínica solamente puede ser pensado como goce. Dicho de otro modo, el goce es, en la clínica, el modo como vislumbramos, percibimos los rastros, los indicios de lo real.

El deseo del analista es precisamente el deseo de la aproximación a lo real, de orientarse en dirección a lo real. Un deseo de abordar lo inabordable, de poder decir, de alguna forma, lo indecible. De poder escuchar y leer en el significante de la transferencia la repetición y la iteratividad de las resonancias que llegan a través de ese hilo similar al que surge de la cicatriz que “es el ombligo en los sueños”. (M. Ritter, Opção Lacaniana).

Punto 2: Hay Uno. El misterio

Al decir “hay Uno”, Lacan trae a la luz el antiguo misterio de la encarnación, que inspiró tantas y tan maravillosas obras de arte. El misterio del encuentro del significante con el cuerpo biológico humano y vivo.

Es un tema que hace siglos preocupa a grandes artistas, teólogos, filósofos y científicos. Lacan lo formula como el misterio del cuerpo hablante, el misterio del inconsciente. No se trata de que el cuerpo habla, sino de que hablamos con el cuerpo.

Muchos textos de Scilicet - El cuerpo hablante, publicado en ocasión del congreso de la AMP, se dedican al trabajo desarrollado por los miembros de la AMP sobre ese nuevo concepto, así como a los impases y a las dificultades que se presentaban. Cerca de veinte textos abordan esa perspectiva de modo directo. Laura Arciniegas Sánchez, en “Sustancia gozante”, abre su exposición diciendo: "La pregunta por la relación entre el cuerpo y el significante ha sido un eje central de la investigación psicoanalítica” (p. 293).

El misterio tiene antecedentes en la filosofía. Descartes, en la “Sexta meditación”, se pregunta por la unión entre el alma y el cuerpo. Miller nos recuerda una “cita famosa” de Descartes, hecha por Lacan en “Lituratierra”: “Yo no sólo estoy [en este cuerpo] como un piloto en su navío, sino que además le estoy tan íntimamente unido y como mezclado con él, que es como si formásemos una sola cosa” (p. 24).

La frase de Lacan que retoma el misterio está en el Seminario 20, habla de lo real como un misterio. Dice: “Lo real […] es el misterio del cuerpo que habla, es el misterio del inconsciente”[4].

El misterio es que, a pesar de ser algo de un puro real –sin significado, ya que no hay significante–, se trata de una operación simbólica, en la cual, lógicamente, interviene un significante.

Solamente es posible si, en el instante de la encarnación, en el instante del encuentro, el significante actúa como significante y deja de serlo, o sea, en el mismo acto efectúa la mutación y deja de ser significante. Todo en un mismo instante.

Punto 3: El campo Uniano

Lacan responde a la pregunta del Seminario 20 sobre el misterio de la unión del alma con el cuerpo cuando dice: “Lo que solo existe no siendo: justamente esto es lo que está en juego, y lo que quise inaugurar hoy bajo el capítulo general de lo Uniano"[5].

Con esta afirmación inaugura, como es su deseo, un campo nuevo, que bautiza con el nombre de Uniano, abriendo un capítulo inédito en la historia del psicoanálisis. Allí están las raíces del parlêtre.

De allí en más, la clínica será otra: la transferencia, la interpretación, todo cambiará. Lacan comienza lo que Miller llama “su última enseñanza”.

¿Qué dice esta frase de Lacan que parece enigmática además de ser de importancia fundante? Que hay un significante primero que desaparece, deja de ser lo que es (o sea, significante) para transformarse –mutar es la palabra que cae mejor– en algo sin ser, que existe y es goce.

Así, el campo Uniano existe como goce, no hay sujeto, no hay ser. Miller lo dice en su curso inédito: “La henología precede a la ontología”. Entonces el campo Uniano existe: como goce. No como significante.

¿Cómo llega Lacan a esta conclusión fundante de un campo nuevo? La clase del 15 de marzo de 1972, del Seminario 19, en su punto 3, que es el último del capítulo, comienza de la siguiente manera: “Me demoro para decirles la importancia de esta cosa inverosímil: que haya Uno. Ese es el punto que debe destacarse”.[6] Entonces, después de hablar del Uno en la perspectiva de Parménides, de los números y de la lógica matemática, Lacan pasa a ocuparse del Uno a partir del punto de vista de la dimensión temporal y de la dimensión geográfica. ¿De dónde surge el Uno? ¿Cuál es su extensión en el tiempo y en el espacio? Son esas las preguntas.

Surge de un punto. Ese punto es “lo de repente, lo instante, lo súbito”. No se consigue circunscribirlo sólo por el tiempo. Éste, el tiempo, es una coordenada, aunque no la única. Ese instante, que está del lado del tiempo, es también un punto extremadamente diminuto, tanto que implica un tiempo que no puede ser experimentado[7].

Lacan transmite la idea de que Aristóteles nos conduce a la percepción de algo nuevo que, lógicamente, llama con un nuevo término: el existir.

Ese punto real, que existe en la dimensión del punto y en el tiempo del instante, es lo singular, la huella digital del alma, pues lo singular es algo único, propio de cada individuo. Ese instante marca el acontecimiento por el cual Lacan, durante su seminario, funda el campo de lo Uniano cuando dice: “Lo que solo existe no siendo: justamente esto es lo que está en juego, y lo que quise inaugurar hoy bajo el capítulo general de lo Uniano”[8].

El campo de lo Uniano es entonces, estrictamente hablando, aquel que pasa a existir por la incorporación del Significante Uniano. La incorporación implica que el significante se introduce en el cuerpo y se hace cuerpo, porque no es una parte: es el propio cuerpo, es parte constitutiva del cuerpo.

En verdad, se trata de dos materialidades que se encuentran: la materialidad sonora del significante y la materialidad física del cuerpo biológico. De ese encuentro, resulta el cuerpo humano. El significante funda el campo Uniano, por el mecanismo de su mutación en goce.

El significante paga con su ser de significante por el derecho de existir. Un existir que no es el de significante, sino el de puro goce. El goce Uno. Sustancia gozante.

En ese acontecimiento de cuerpo, inaugural, el cuerpo biológico vivo se torna vida humana. Es el sonido del significante, sus resonancias –y no su sentido– lo que hace vibrar el cuerpo. El significante ya no es una palabra que viene de un Otro, sino una sensación que surge de sí mismo, algo propio, y es de ese modo que existe como cuerpo: por el hecho de gozar. El cuerpo vivo resonando es lo que Lacan llama goce.

Veamos esto mismo de otra forma.

Punto 4: El matema

Miller escribe, en Piezas Sueltas[9], el siguiente matema:

J // J Ste.

Puede ser leído del siguiente modo: hay goce sin significante y hay goce con significante. Es la escritura de la frase de Lacan. Hay un significante Uniano que existe como goce, como puro existir, sin significante, y hay goce con significante.

Los significantes de lalengua son significantes solos que no llaman al significante 2. Producen goce en el cuerpo.

La letra de goce engancha dos goces, fijando ese goce de los significantes de lalengua con el lenguaje, que adquiere sentido como goce del discurso: juissense, gozo sentido. La metonimia, como dice Lacan en “Radiofonía”[10], cumple la función de trasladar goce al inconsciente.

Punto 5: Dos escrituras

Miller, en “Lo real es sin ley”[11], relata cómo Lacan en “Lituraterra”, antes de su última enseñanza, se refiere a la acción del significante sobre el cuerpo.

Al relatarlo lo toma como una metáfora muy bonita. En ella, una nube cargada de agua que cae como lluvia sobre la tierra, produciendo huellas por las cuales el agua corre, buscando una salida. La nube claramente representa al Otro, cargado de significantes que caen sobre el ser, virgen de marcas.

Se van formando así sendas de circulación que equivalen al discurso, que se va tejiendo y, de ese modo, "facilitando" el pasaje, como dice Freud, o “fijando”, como dice Lacan, el camino de la descarga.

Usa esa metáfora para decir sobre la lluvia significante que sí, sin duda, se trata de una escritura, pero que antes de que ésta se produzca, existe otra.

Antes de la lluvia de significantes del Otro, hay otra escritura. Entonces, hay dos escrituras. Esta anterior, primera, determinante, es una escritura que se instaura a partir del Uno. No es como una lluvia, es como un volcán que, desde dentro, explota y traza surcos por los cuales, posteriormente, se encaminarán los significantes que caen de las nubes del Otro.

Lacan reserva este campo, que llama campo de lo Uniano, para la escritura borromea. Ella viene del Uno.

Insistiendo en la relación de la palabra con el cuerpo, en el capítulo 3 de Piezas Sueltas, a través de una extensa cita de Baruch de Spinoza –que, en verdad, es preciosa y da lugar a un bello momento del curso–, Miller afirma que Lacan, en el seminario 23, El sinthome, es spinozista porque sostiene que el pensamiento del hombre está indisolublemente vinculado al cuerpo y a lo que lo afecta. Spinoza hace tres afirmaciones[12], a saber:

  1. El hombre piensa, o sea, pensar pertenece a la naturaleza del hombre;
  2. Sentimos que cierto cuerpo es afectado de muchos modos, o sea, que ese pensamiento tiene modos; que el amor, el deseo y el afecto en general afectan el cuerpo. Eso significa que el vínculo con un cuerpo es constitutivo de la experiencia humana y que pensar pertenece a la naturaleza del hombre.
  3. El cuerpo es el objeto inaugural.

El tercer punto remite a aquello que, como vimos, es lo que Freud plantea en “El problema económico del masoquismo”. Agrega Miller en su comentario y es muy importante la claridad con que se posiciona sobre el tema, que, aparte de ese vínculo con el cuerpo, está el lazo social, es decir, la relación con el otro, que sin duda es necesaria, pero de otro orden. No es fundante. La relación con su cuerpo hará que el ser humano tenga siempre una relación de cierta extrañeza, una última dificultad con su propio cuerpo.

Una segunda pregunta adquiere forma en ese momento. Si estamos en la sustancia gozante, puro real, ¿cómo lo simbólico retoma su poder? Miller, en el texto citado, retoma el problema al decir que hay otro misterio que interroga cómo se establece la aparición y el dominio de lo simbólico sobre el cuerpo[13]. Muchos textos interesantes circulan, presentando reflexiones y respuestas a esas preguntas.

Freud en sus textos finales se lamenta por haber dejado un poco de lado el factor cuantitativo, la cantidad. En rigor desde el “Proyecto…” está presente, ya que empieza partiendo de dos axiomas. Primero, hay una estructura, en ese momento compuesta de neuronas luego entendidas, en el Seminario 7, como las cadenas significantes y finalmente como la escritura borromea. Como segundo axioma, hay una cantidad, que circula en la estructura y puede estar fija o en movimiento.

La mutación cuantitativa es un mecanismo determinante en la cura analítica y, sin algún cambio en el factor cuantitativo del sinthome, no habría manera de hacer nada con él. Si un sujeto llega al análisis con un sinthome (+++) y al final presenta una cantidad (++–), las posibilidades no sólo de saber acerca de él, sino de saber qué hacer con él, serán mucho más promisorias.

La mutación es fundamentalmente un pasaje de goce excesivo a deseo, a partir de la producción de amor, que es una de las consecuencias de un psicoanálisis. Corresponde a la famosa frase de Lacan en el Seminario 10 sobre cómo el amor permite al goce condescender al deseo. También adquiere sentido la frase de Freud cuando afirma que el psicoanálisis es una cura a través del amor.

Para terminar, agradezco la invitación y la oportunidad de exponer estas elaboraciones ante ustedes.

Mi tentativa fue articular el tema que trabajo actualmente –El campo de lo Uniano y las consecuencias del giro del Otro al Uno– con el tema en que se encuentran navegando ustedes. Deseo que los ayude en algún punto de las cuestiones que les preocupa resolver.

Un abrazo, lo menos virtual posible.

Muchas gracias.

 
Notas
  1. Trabajo (reescrito por el autor para su publicación) presentado en las primeras jornadas por zoom del Departamento de Psicoanálisis y Filosofía – Pensamiento contemporáneo, Afectos y Pasiones en la experiencia de lo real, viernes 30 de octubre 2020.
  2. J. Lacan, El seminario, libro 23, El sinthome, Buenos Aires, Paidós, 2006, p. 135.
  3. J. Lacan, “Lo simbólico, lo imaginario y lo real”, en De los nombres del padre, Buenos Aires, Paidós, 2005, p. 15.
  4. J. Lacan, El seminario, libro 20, Aún, Buenos Aires, Paidós, 2008, p. 158.
  5. J. Lacan, El seminario, libro 19, ... o peor, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 133.
  6. Ibíd., p. 130.
  7. J. Lacan, El seminario, libro 19, … o peor, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 132.
  8. Ibíd., p. 133.
  9. J.-A. Miller, Piezas Sueltas, Buenos Aires, Paidós, 2013, p. 113.
  10. J. Lacan, Otros escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 438.
  11. J.-A. Miller, Opção Lacaniana, San Pablo, 2002.
  12. J.-A. Miller, Piezas Sueltas, Buenos Aires, Paidós, 2013, p. 42.
  13. J.-A. Miller, “El inconsciente y el cuerpo hablante”, en Scilicet, El cuerpo hablante. Sobre el inconsciente en el siglo XXI, Buenos Aires, Grama ediciones, 2015, p. 27.
 
 
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