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Consecuencias
 
Edición N° 24
 
Octubre 2020 | #24 | Índice
 
¿El futuro del psicoanálisis en cuestión?
Por Rosy Goldman
 
Rosy Goldman

La manera más salvaje, selvática y salvadora
de mover el cuerpo, la manera más sutil y muscular,
más cerca de la Materia Hecha Fuente porque Fuente Es,
el movimiento del cuerpo más insultante de todos, y, sí, el más amoroso, si quiere,
es la palabra, y hablar.
[1]

Resulta muy difícil situar cuándo comenzó la expansión irrefrenable del COVID-19. Las coordenadas del tiempo, del espacio y del cuerpo se han desdibujado

Sólo resonó una experiencia de hace ya 15 años cuando sucedió la tragedia de Cromagnón. El Otro protector se había desplomado. La muerte se presentificó en su cara más real. Las garantías cesaron. La certeza se había transformado súbitamente en una incertidumbre constante. Lo más familiar se tornó lo más ajeno, siniestro. La angustia traumática se había desbordado, la señal de angustia no funcionó. Sólo una “interpretación inolvidable” del analista logró poner tope a la angustia traumática y la lanzó al deseo, sobre todo al deseo de vida.

“Interpretación inolvidable” gracias a la transferencia y creencia en el efecto de la experiencia psicoanalítica.

Fue un antes y un después que permitió, a través del deseo de la analista, la instalación, en plena sede de las políticas públicas, de un dispositivo psicoanalítico (mediante la invención de un semblante de Sujeto Supuesto Saber frente a la aparición de un agujero de saber que se develó en los estamentos gubernamentales).

Se instrumentó con llamadas telefónicas (lo virtual no se había expandido tanto por entonces) y se pudo localizar un sujeto y su respuesta subjetiva detrás de un número de ficha. Era uno por uno. No una respuesta universal ni estadística.

Ese cuerpo quebrantado por la angustia se había transformado en uno deseante, activo y lúcido. La responsabilidad ética era enorme.

Frente a la irrupción del virus invisible actual, la primera respuesta subjetiva neurótica fue la de la ignorancia, el “no querer saber”, hasta que el virus atravesó el Atlántico y se expandió a nivel mundial. Era y es inconmensurable, ni las estadísticas son certeras, con pronósticos aterradores. El horror se hizo presente y se produjo un empuje a saber. Fue necesario rememorar aquella respuesta para volver a recurrir al psicoanálisis como apuesta posible. Era imperioso abstraerse de la información de datos mortíferos constantes. Cuando el cauce fue retomado, el debate ya se había instalado: “que psicoanálisis presencial o nada”, “que sin cuerpo presente no había posibilidad de afectar el cuerpo real”. La cuarentena imponía una “invención” con lo que había.

Entonces la brújula condujo a la lectura de los analistas con los cuales la transferencia estaba instalada. Recordé entonces una frase de Lacan en el Seminario X “La Angustia”, donde dice algo así como “tomo de los textos (filosóficos, etc.) lo que me conviene”. Recogí ese guante y decidí extraer de los textos, mi lectura para que me auxilie a sostener “la apuesta”.

Encontré distintas lógicas que apostaban a la supervivencia del psicoanálisis y sus efectos. Había que reinventarse ante la subjetividad de esta época imprevisible y modos de lazos inéditos. La primera orientación albergada fue la de Éric Laurent en una entrevista realizada por Villanueva de 1917 publicada en 2020 “Gozar de internet”.

Ya hacía mucho tiempo que los lazos se habían sido transformados radicalmente por la incidencia de lo virtual – convertido en un órgano nuevo que proporcionaba al cuerpo la ilusión de un acceso inmediato a todas las cosas –. Internet es todo eso a la vez. Lo real ha reemplazado a la naturaleza, lo real avanza. Este real no tiene nada de natural. La web se ha impuesto como demasiada-presencia del Otro de la civilización. Es una evidencia del todo, el Otro, que precede a cada uno.

Me aferré entonces a la afirmación contundente de Laurent “Habrá que hacer uso de Skype para prescindir de él”[2], que orientaba un camino a seguir. Conjeturo que se podrá prescindir de lo virtual cuando la presencia sea posible, aunque este tiempo sea indeterminado. Intuyo que de este modo sobrevivirá el discurso psicoanalítico.

Todo lo que le quitas a la naturaleza, ella te lo reclama después con creces[3]. En la actualidad se puede constatar a nivel mundial cómo la aparición de imágenes nítidas de la naturaleza da cuenta de su ley cuando el ser hablante debe retirarse ante la epidemia.

Los gobiernos apelaron al asesoramiento de comités científicos para regular la expansión mortal de la pandemia. Sin embargo, no hay certeza científica de que alguna de las soluciones propuestas sea la finalmente efectiva.

En la actualidad, en tanto los semblantes se han diluido, la inexistencia del Otro se hizo evidente, sin embargo no es antinómica de lo real propio del inconsciente, lo real cuando éste se revela en la clínica como lo imposible de soportar.

¿Se podría deliberar si es la inexistencia del Otro que nos deja de proteger contra lo imposible de soportar, o bien la inexistencia del Otro es lo imposible de soportar?

Los cuerpos han sido reducidos a organismos pasibles de contagiar y ser contagiados.

El aislamiento dio lugar a manifestaciones originales de solidaridad que subrayan la importancia de ser parte de una comunidad que no es solamente aquella de la manada (herd) biológica, sino que inventa formas de hacer de los unos-completamente-solos.

Pero es imprescindible no dejar pasar las manifestaciones discriminatorias de odio y violencia que aglutinaron consignas diversas en contra de la cuarentena –aun poniendo en juego sus propias vidas y las de los demás como bonzos (inducidos por los sectores que apuestan más al mercado que a la vida) – aprovechando el “agotamiento” de la población. Aquí primó la pasión del odio.

Desde la lógica del psicoanálisis la segregación social, se puede pensar en tanto el sujeto se produce con formas distintas de gozar y sabemos que es un problema que no puede resolverse con ninguna normativa sobre la buena distancia con el goce del Otro o con el propio goce. Porque lo que se nos aparece cuando se trata de la pérdida del goce es un agujero, no se trata ya de la distancia métrica, sino de la topología de un agujero resultado de perder aquello que no vamos a recuperar y por lo que debemos hacer un duelo. En estas circunstancias lo que más se escucha es el duelo por la muerte de personas queridas, pero también un duelo por la pérdida de modos de lazos, actividades que ya no se podrán realizar como antes.

Gustavo Dessal titula su aporte: “La infección es biológica. La pandemia es política”. En el título está prácticamente definida su posición. La pandemia es política en tanto desnuda las diferencias socioeconómicas que determinan grados distintos de sufrimiento y esto se ha develado a nivel mundial. Los dioses actuales no son nada oscuros. Han salido de sus fosas tenebrosas al esfumarse sus semblantes.

De lo que extraje de la contribución de Marie-Hélène Brousse en “Elección Forzada¨[4], capté cierta lógica donde se pueden situar dos reales en juego:

Por un lado, el real del virus: que es rastreable, por lo tanto, es objetivable. Aunque el tiempo en que esto ocurra sea impredecible.

Por otro, lo real del psicoanálisis: hace vacilar el nudo singular del que se sostiene el cuerpo parlante en el que se anudan las tres registros, real, imaginario y simbólico.

La pandemia está produciendo un grave fragilización en la dimensión simbólica. La manifestación más trágica que se advierte es la imposibilidad de realizar las ceremonias fúnebres y los entierros de los difuntos, rituales universales de lo simbólico. Es necesario hacer el duelo pero no sólo por las personas queridas sino por todo lo perdido a nivel de proyectos, modos de vida, etc. Lo real se ha quedado sin velo, aparece descarnadamente como muerte.

En “La ley de la naturaleza y lo real sin ley” Bassols diferencia un real con ley y un real sin ley[5].

Hasta el momento, desde el discurso científico, el COVID19 es un virus. No es un ser vivo pero necesita de un ser vivo para replicarse. Se transmite y replica con leyes muy precisas que se descifran poco a poco. Lo que provoca tanta incertidumbre es que no se conoce todavía suficientemente su ley, y sobre todo cómo desactivar su modo de contagio para crear antivirales y una vacuna que sean eficientes. Sin embargo, aunque se logre en un tiempo indeterminado, seguirá quedando un resto, los efectos en cada ser hablante que no son predecibles.

Este real con ley se diferencia de lo real del ser hablante que es un real sin ley. Es un real que no cesa de no escribirse (un imposible de soportar), sin sentido alguno, que ha salido de las ficciones producidas. El sentido se le escapa. Hay donación de sentido a través de las elucubraciones fantasmáticas de cada quien, uno por uno.

A nivel del ser hablante se ponen en juego cuatro reales:

Lo real del tiempo. Es un tiempo no simbolizable, no representable cronológicamente, pero que marca el tiempo de la enfermedad generada por el coronavirus, puede contagiarse en silencio, en ausencia de cualquier síntoma médico observable. Ese sí es lo real en su sentido más lacaniano, un real que introduce necesariamente un tiempo lógico en el sujeto de lo colectivo: algo que no cesa de no escribirse, hasta que se escribe en el cuerpo. Es decir, lo imposible puede escribirse contingentemente. Se constata en este momento que el temor a los asintomáticos y no testeados es mayor que a los que presentan síntomas más graves De hecho, el pánico colectivo no viene hoy generado por el propio coronavirus sino por el inevitable desbordamiento del sistema sanitario que introduce la necesidad de un tiempo lógico: “No se pongan enfermos todos a la vez, por favor”. Ese es también lo real del tiempo, traumático para cada uno. O sea que nos confronta al desamparo, al Otro castrado, que no puede dar todas las respuestas ni puede garantizarnos la vida.

Lo real del espacio en la experiencia del aislamiento. El espacio métrico está ahora necesariamente restringido; sin embargo, no puede medirse métricamente.

Lo real de tener un cuerpo mediado por los gadgets, y menoscabado en tanto cuerpo gozante.

Y, especialmente, lo real de la soledad de ser hablante. Este real es el que trata específicamente el psicoanálisis. Esta experiencia sucede sin estar necesariamente contagiados por el coronavirus mismo, sólo por el discurso que intenta dar un sentido a su irrupción en la realidad como efecto de la pura ley de la naturaleza.

Extraeré, para finalizar, algunas referencias Miquel Bassols (que me parecieron sumamente relevantes como apuesta al futuro del psicoanálisis, aún en pandemia) de su Conferencia “Distanciamiento social y Acercamiento Subjetivo”.[6]

Bassols distingue el “distanciamiento social” como significante amo actual de otra distancia en juego del sujeto afectado por lo que llamamos el inconsciente, esta distancia es paradójica porque el inconsciente determina el sentido de lo más íntimo y familiar como extraño y distante. Lacan había inventado un neologismo para esta paradoja: Extimidad.

Se recurre al espacio virtual para vaciar la consistencia de las nociones de distancia y de cercanía que se hacen muy relativas cuando se trata del sujeto del inconsciente. De aquí surge oponer a la distancia social el acercamiento subjetivo. Esto implica “hacer con lo que hay”.

Con un escepticismo pasmoso Bassols exclama: “¡Nada volverá a ser como antes! Aunque más no sea porque todo seguirá siendo igual, igual de peor, pero ya sin vuelta atrás posible.”[7] Todo lo que implica la epidemia como crisis social y política cuestiona nuestras maneras de vivir.

Se puede afirmar que el discurso capitalista es el que mejor se propaga para prometer un goce satisfactorio al sujeto contemporáneo, y lo propone sin que haya pérdida posible, pero paradójicamente vemos ahora que puede llevarle a una pérdida general e irreversible. Al contrario, el psicoanálisis nunca promete satisfacción, menos aún sin pérdida.

Acuerdo plenamente con la posición de Bassols, en tanto que frente a las distintas expectativas de la nueva normalidad pospandémica, que esperemos más temprano que tarde advenga, será custodiada por la apuesta al sujeto de la elección, inventando una respuesta al distanciamiento social, mediante un “acercamiento subjetivo”, a través de la posición analítica para escuchar y sostener la angustia de cada uno ante la pulsión de muerte y redirigirlo a su irreductible deseo de vivir, si se cuenta con el consentimiento del sujeto a acceder a este invento. (Me remito aquí a la experiencia de Cromagnón comentada en el principio de este artículo).

El “distanciamiento social” soslaya la insoportable proximidad de los cuerpos, especialmente cuando el cuerpo del otro puede ser pasible de contagiar la enfermedad de la muerte. Hay un predominio del discurso biológico que reduce el sujeto de la palabra y del goce a un organismo.

La posición del psicoanálisis debe tener en cuenta al menos tres cosas. Primero, no es seguro que el sujeto siempre se rija por el principio del placer, de aquí podría considerarse, que, habitados por la lógica de exceso del discurso capitalista, (“el superyó manda gozar”[8]), se han presentado frente a cada nueva ampliación de la cuarentena, diversas transgresiones que promueven, de forma inevitable, la circulación del virus; primando entonces la pulsión de muerte. Las normas estatales no pueden regular lo más importante que es la decisión ética de cada sujeto en su acto, decisión que requiere siempre ser escuchada en su singularidad y es aquí donde debemos plantearnos desde la posición analítica la estrategia de un “acercamiento subjetivo” al sujeto de la palabra y del lenguaje, al sujeto del inconsciente para escuchar y sostener la angustia de cada uno y para mantener también el irreductible deseo de vivir o al menos que prime, ya que la pulsión de muerte hace de las suyas.

¿Cómo producir este acercamiento subjetivo en esta época de pandemia y segregaciones agudizadas que nos toca vivir? La imposibilidad de sostener la presencia del analista tal como la entendemos en la orientación lacaniana en el dispositivo analítico con los cuerpos hablantes del analista y del analizante se ve necesariamente sustraída por el aislamiento. ¿Es posible seguir la experiencia psicoanalítica virtualmente valiéndonos únicamente de la imagen y de la voz transmitida por internet y separadas del cuerpo presencial? En tanto consideremos al analista como semblante del objeto a, la voz y la mirada, podemos decir que el cuerpo del analista está presente ¿Es posible aplicar el psicoanálisis a distancia? Lo es por el acercamiento subjetivo que sólo la palabra hace posible aunque hay un límite: a distancia, el cuerpo del goce queda inevitablemente al margen, no desaparece pero queda excluido. La experiencia analítica es la posibilidad de dar una vuelta por el otro lado, por el lado éxtimo del espacio de la familiaridad, para leer el texto del inconsciente. Ahí la relación con el inconsciente y con el goce no puede medirse en términos de distancia física ni social, implica un trecho singular para cada uno. Pero no es seguro que todos los antiguos y futuros analizantes consientan a esta experiencia virtual.

Para concluir, vamos a necesitar cada vez más un alto grado de acercamiento social y subjetivo para hacer frente a los efectos devastadores que esta pandemia tiene y tendrá en diversos registros, especialmente en lo que respecta a lo que solemos llamar las capas más vulnerables de la sociedad. Estamos todavía sin poder anticipar los efectos que tendrá su pasaje, qué es lo que ocurrirá después y en esta tarea será finalmente la palabra, el discurso, el que permitirá tratar los agujeros, los desgarrones que se producen y se nos hacen presentes en el tejido de nuestra experiencia. Con el inconsciente no hay buena distancia posible, la única vía digna es el acercamiento subjetivo a través de la palabra a esa zona del ser donde está escrito ese texto indescifrado que es el inconsciente y al que sólo podemos acceder a través de la palabra que atraviesa distancias métricas como estamos también comprobando ahora por internet…

Los analistas tenemos que estar atentos a ese discurso y saber intervenir de una manera que sea entendible, las intervenciones públicas no deben ser endogámicas, sino algo que realmente pueda resonar al discurso social y político actual. El discurso analítico puede aportar realmente lo que son las paradojas del goce.

Habrá que inventar con el real de lo que hay en este momento –como decía Laurent “servirse de internet para ir más allá”[9] – para en algún momento impredecible incluir a los cuerpos en la sesión. Lo esencial es mantener los espacios de tratamiento para los analizantes y la transferencia de trabajo en el Psicoanálisis.

Nos estamos jugando el futuro del psicoanálisis.

Posdata: Una noticia esperanzadora está trascendiendo por estos días: El 12 de agosto del 2020 el presidente de Argentina anunció que se producirá la vacuna contra el coronavirus desarrollada por la Universidad de Oxford y que estará lista para ser utilizada en el primer semestre 2021. Se podría sospechar (sólo en potencial) que si la vacuna lograra su cometido y se pudiera aplicar en cantidades suficientes, habría sido igualmente válida la invención –en el mientras tanto– de hacer uso de las plataformas virtuales (sosteniendo el psicoanálisis), para prescindir de ellas.

Una pregunta queda sin respuesta aún. ¿A qué nueva normalidad nos enfrentaremos? La respuesta no es a priori.

 
Bibliografía consultada
 
Notas
  1. Enric Casasses. Poema citado por Miquel Bassols en la Conferencia “Distanciamiento social y Acercamiento Subjetivo”, del 21 de mayo de 2020, disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=MCs3DYTYjjY
  2. Laurent, E., disponible en: https://www.facebook.com/notes/margarita-%C3%A1lvarez-villanueva/gozar-de-internet-entrevista-a-%C3%A9ric-laurent-2017/2823977187638745/
  3. Isidoro de Munciar, siglo XI d.C.
  4. Brousse M. H., ¨Elección forzada¨, 22 de mayo del 2020, disponible en: https://psicoanalisislacaniano.com/2020/05/22/mhbrousse-eleccion-forzada-20200522/
  5. Bassols, M. disponible en https://zadigespana.com/2020/03/20/coronavirus-la-ley-de-la-naturaleza-y-lo-real-sin-ley/
  6. Bassols, M., ¨Distanciamiento social¨. Op. Cit.
  7. Ibíd.
  8. Lacan, J., El Seminario, Libro X, ¨La angustia¨, Paidós, Bs. As., Año 2006.
  9. Laurent, E., Op. Cit.
 
 
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