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Consecuencias
 
Edición N° 24
 
Octubre 2020 | #24 | Índice
 
Un amor no tan idiota
Aproximaciones a una política del amor real en psicoanálisis.
Por Pablo Requena
 
Pablo Requena

De las condiciones fetichistas a lo innombrable: no–todo está escrito.

Avanzar sobre la idea de amor real supone la necesidad de transcender lo imaginario y lo simbólico del amor, pensados como amor cortés y amor divino, pero este último también asociado con el don de amor, para aproximarnos a la resonancia del decir del amor[1], agrego, en el cuerpo. En términos del seminario 22, no sólo la dimensión “del amor–estima, esto de ningún modo incompatible con el amor–pasión, ni tampoco con el amor–gusto; pero a pesar de todo esto está el amor mayor, es aquel que está fundado sobre esto: es que uno la cree”. Lacan acerca aquí esta versión amorosa homologando una mujer a la dimensión de síntoma, en tanto “decir”, decir que es del orden del acontecimiento: “él cree que el síntoma es capaz de decir algo”, pero también “Uno cree lo que ella dice: es lo que se llama amor”. Termina esa clase igualmente aclarando que eso puede deslizar hacia “creer que hay LA, LA que es completamente una creencia falaz”. Entonces se trata de “saber qué sentido tiene creer allí[2]”.

De la mutilación…

Lacan en el seminario 11 refiere: “Te amo, pero, porque inexplicablemente amo en ti algo más que tú, el objeto a minúscula, te mutilo”[3]. Aborda a esta altura las bases del amor que se asienta en las condiciones eróticas propias del acercamiento al mundo, la mueca que permite acceder a algo de lo femenino pero bajo la condición de a: acceder a la mujer vía el objeto a, vía las condiciones fetichistas. La mutilación es la reducción de lo femenino al fetiche recortable, advertible, que permite cierto acceso a algo del cuerpo de una mujer pero con la condición de reducirlo a un rasgo parcial. Desde aquí se desprende lo que Lacan dirá en el Seminario XX, en relación a que el “goce del cuerpo del Otro no es signo de amor”[4], y que el hombre sólo se relaciona con una parte del cuerpo de su partenaire.

Avanza Lacan un poquito más al formular en el seminario 16, citando un viejo rey del Eclesiastés: “Sin duda todo es vanidad– les dice– goza de la mujer que amas. Es decir, haz anillo de ese hueco, de ese vacío que está en el centro de tu ser .No hay prójimo, salvo ese hueco mismo que está en ti, el vacío de ti mismo”[5]. Intenta reconocer lo que te causa para poder cernir de una manera no tan predestinada tu elección de objeto. Emerge esta dimensión de hueco, aunque a esta altura, recortado en su frontera por las condiciones escritas de satisfacción. “Se ve entonces el agujero que se abre cuando ya el Otro no funciona asegurando el egoísmo del goce. Y cuando el objeto mismo no cumple ya su función de mediación”[6]. Podemos esbozar que esta altura de la enseñanza la dimensión del Otro goce o el goce de la vida, no encuentra donde alojarse. Es como si a esta altura llegase hasta la escritura del borde en términos de condiciones eróticas, pero restase la pregunta por cómo arreglárselas con lo femenino y el No hay relación sexual, para lo cual es necesario pasar de la lógica de frontera a la “noción de vecindad”[7].

De las condiciones fetichistas a la condición informulable: una mujer

Es a la altura del seminario 22 que Lacan plantea que “Un padre sólo tiene derecho al respeto, si no al amor, si el dicho respeto, el dicho amor….está pére–versamente orientado, es decir hace de su mujer el objeto causa de su deseo”[8].

Esta fórmula permite, a mi parecer, algunas derivaciones: primero, que haga de su mujer objeto causa es que no la haga objeto, objeto al que se apunta. Hace una distinción entre un objeto agalmático, que podría entrar en una lógica propiamente fálica, reduciendo a su mujer a ser un objeto de su deseo, ajustándose más bien a sus condiciones eróticas de satisfacción sin comprometerlo demasiado. Y otra muy distinta es hacer de una mujer objeto causa de su deseo. Es poder ubicar a la mujer no tanto por lo que tiene, sino en calidad de causa, y por lo tanto de agujero.

Ubicar como causa a una mujer es ir más allá de las condiciones eróticas escritas. Arreglárselas con una mujer en calidad de causa, pareciera ubicar otra dimensión, ir más allá de los bordes de la condicionalidad para hacer emerger un cierto contacto con el no–todo propiamente femenino. Abordar la posición del padre a partir de la causa implica una cierta dimensión de acceso al no–todo, lo que podría implicar un afrontamiento posible del goce de “una mujer”, un arreglo posible con el objeto causa de deseo con apertura hacia lo femenino, es decir, una forma de arreglo con un más allá del goce fálico. Ir de la estereotipia de la perversión macho a lo hétero femenino. “La vecindad, natural al no–todo femenino, requiere en un hombre aceptar algo de ese no–todo irrecíproco que le viene de una mujer, porque si no, ni se entera de su ex –sistencia”[9]. Esta apertura al no–todo o le viene de una mujer o quizás también “de un psicoanálisis”, lo que indica algo de su política.

Sobre gustos no–todo está escrito. El abrazo del sinthome.

“De la mutilación al abrazo: El trayecto del sinthome”, fue el título evocador, de la excelente clase de Luis Tudanca como cierre del Curso de Especialización de ACEP (Asociación Cuyana de Estudios Psicoanalíticos) en el Colegio de Psicólogos de Mendoza.

Enmarcando estas reflexiones en las condiciones de la época, podemos referir que si bien para el capitalismo en cuanto gustos “No hay nada escrito”, es decir, vale todo en tanto se prescinde e inocula la marca de singularidad de las elecciones, en psicoanálisis sin juzgar las elecciones de nadie, buscamos arribar a lo que empuja desde cierta inscripción, arribar a cierta advertencia de las condiciones eróticas, desde qué marcas, desde qué modalidades de goce se relaciona el sujeto con los demás y con los objetos.

La experiencia analítica opera en tanto travesía del agujero sin pretensión de recubrirlo. Es decir que no se apunta a la obtención de un nombre, ni de una insignia, ni siquiera del acceso de la obra de arte, que serían modalidades de pretender recubrirlo. La ética del psicoanálisis, en cambio, consiste en “incitar al analizante a pasar por el buen agujero de cuanto le fue ofrecido, a él, como singular”[10].

El abrazo del sínthoma, pareciera ir más allá de la advertencia del agujero, al no reducir el síntoma a una pura modalidad de goce fálico, fuera de cuerpo, entre simbólico y real, y anudando otra satisfacción en el cuerpo. Podemos esbozar, que no todo el litoral de las marcas, del agujero, del traumatismo de lalangue, puede escribirse en letras, es decir que no–todo puede escribirse, perdurando una vez recortadas las mismas, las condiciones depuradas para el acceso a lo contingente, a lo imprevisto, a lo no–todo. Pero también, permitiendo un contacto con la dimensión del goce que se encuentra fuera de lo simbólico, entre imaginario y real, como “goce en el cuerpo”. El tratamiento del cuerpo por el sinthoma, “es algo que logra anudar esas dos satisfacciones sin hacer de eso relación”. Quizás una serenidad–para–con–los objetos plus de gozar, pero también con las insignias de pura vanidad[11], pueda ser una apertura a la recuperación del goce en el cuerpo, una “satisfacción más amiga de la vida que las satisfacciones pulsionales”[12].

…un amor real (algunas ideas sueltas)

La pregunta que surge con el título de la conferencia de Indart en Cuyo “Políticas del amor real en psicoanálisis” es qué relación habría entre esta política del amor real y una orientación un poco más trabajada en nuestra comunidad, la política del síntoma.

En el seminario 21 Lacan refiere: “En cuanto al psicoanálisis, es preciso que éste corrija ese desplazamiento, desplazamiento consistente en que, después de todo, no ha hecho más que seguir el viraje fuera del lugar del deseo; es preciso que el psicoanálisis sepa que si el psicoanálisis es un medio, es en el lugar del amor que se sostiene”. Y que “es con lo imaginario de lo bello que habrá de enfrentarse, para franquear el camino de un reflorecimiento del amor en tanto que "l’(a)mur" ("el (a)mor"), como alguna vez dije, al escribir el objeto a chica entre paréntesis más la palabra mur, ya que l’(a)mour es lo que lo imita”.

En uno de los testimonios de Tarrab encontramos esta referencia: “Porque te amo, te mutilo…El horror de reconocerse ahí, en ese goce que podía tocar todos los lazos desde el amor al sexual, me separa de eso. Se separa el goce de la significación. Por otra parte retener al Otro, al partenaire, a la mujer, había sido la manera de rechazar la heterogeneidad radical del Otro sexo según la lógica del fantasma, lógica que reduce al partenaire al objeto que le conviene y es lo que infiltraba el amor. Atravesado el fantasma el amor deja su función de velo de la falta o de la inexistencia del Otro, para volverse un anudamiento nuevo con esa diferencia incomparable que hace a la mujer Otra”[13].

Lacan refiere que “El amor es dos medio—decires que no se recubren”. “Es la división irremediable… Es la conexidad entre dos saberes en tanto que ellos son irremediablemente distintos. Cuando eso se produce, constituye algo... totalmente privilegiado”[14]. Unas clases antes había recortado “ese pedúnculo de saber, corto por cierto[15]”, con el cual no hay chance de escribir relación sexual alguna. Doble agujero, a mi gusto: uno propio de cada uno de los medio decires, límite de lo escrito y lo innombrable, y lo que no se recubre en la relación–partenaire, y que cierne lo real del amor.

Indart refiere que si bien psicoanálisis no inventa “nada nuevo dentro del orden de las perversiones, podría inventar algo nuevo del orden del amor, es decir haciéndolo un conjunto vacío”. “La transferencia y el amor de transferencia es donde está toda la eficacia que hace sentir mejor a un sujeto analizándose y que no se explica por los logros del saber inconsciente y sus determinaciones”.

“Entonces, como analistas podríamos empoderar, esta orientación de Lacan, hay que airearse un poco respecto del goce fálico semiótico, interesarse en lo innombrable, lo innombrable tiene una lógica que Lacan se esforzó por inventar. Hacer valer con la interpretación la emergencia de un conjunto vacío, eso no es prohibir, no es crear la falta por prohibición, ni transmitir universitariamente el saber de la falta, es hacer sentir en un cuerpo ese vacío”[16].

 
Notas
  1. Lacan, J., El Seminario 21, “Los no-incautos yerran”. Clase del 18/12/73. (Inédito).
  2. Lacan, J., El Seminario 22, “RSI”. Clase del 21/01/75. (Inédito).
  3. Lacan, J., El Seminario 11. P. 271. Paidós.
  4. Lacan, J., El Seminario 20. P. 12. Paidós.
  5. Lacan, J., El seminario 16. P. 24. Paidós.
  6. Tarrab, M., “El reverso del amor y una solución a la angustia”. Testimonio, en www.eol.org.ar.
  7. Tudanca, L., Una política del síntoma. Cap. “La época de la vecindad”. P. 101. Grama
  8. Lacan, J., El Seminario 22. RSI. Clase 21/01/75. Inédito.
  9. Tudanca, L., Una política del síntoma. P. 106. Grama.
  10. Di Ciaccia, A., “Sujeto y plus de gozar”, Revista digital de psicoanálisis, arte y pensamiento Consecuencias, Edición N°8.
  11. En su Seminario “Clínica de la No relación sexual: La histeria y la muerte”, Juan Carlos Indart refería “…necesitaríamos mujeres que fuesen reales en su amor por un hombre y no identificadas al amo y su castración”, “amo que es mortífero para consigo y los demás. El amo es algo profundamente vinculado a la muerte y la histérica por definición tiene esa identificación”. Inédito, Clase del 26/6/2000.
  12. Indart, J.C., “De lo nuevo en el mercado y en psicoanálisis”, Revista Virtualia 35
  13. Tarrab, M., El reverso del amor y una solución a la angustia. Testimonio. En www.eol.org.ar.
  14. Lacan, J., El Seminario 21. Clase 15/01/74. (Inédito)
  15. Lacan, J., El Seminario 21. Clase 18/12/73. (Inédito)
  16. Zarzoso, N., “Noche de Consejo–La Escuela Hoy”, Conferencia Indart, Juan Carlos, “Un suelo para la última enseñanza de Lacan”
 
 
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