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Consecuencias
 
Edición N° 25
 
Julio 2021 | #25 | Índice
 
Notas para una clínica ordinaria [*]
Por Gabriela Camaly
 
Gabriela Camaly

Del goce imposible de negativizar

En la clínica diferencial de clases, el concepto de desencadenamiento es la brújula que permite formular la hipótesis de la forclusión del significante primordial del Nombre del Padre, a partir de lo cual establecemos el diagnóstico estructural de un sujeto. A nivel clínico el inicio de la psicosis se produce como consecuencia del encuentro del sujeto con una experiencia inefable, frente a la cual el aparato simbólico falla en su intento de simbolización. En el escrito De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis, Lacan señala que en el desencadenamiento de la psicosis se devela la relación más íntima del sujeto con el significante. Allí anida el drama subjetivo que pone de manifiesto la ausencia del elemento simbólico fundamental que permitiría interpretar con clave fálica la contingencia vital, ya sea la función a la cual el sujeto es convocado a responder, ya sea el goce que lo interpela. En el lugar donde debería estar inscripto el Nombre del Padre, ordenador del sentido de toda la cadena simbólica, hay “un puro y simple agujero”[1]. Dicha constatación, siempre retroactiva, orienta las intervenciones del analista y enmarca el proceso de una cura.

Sin embargo, la positivización del goce no es privativa de la psicosis. En el Seminario 16 Lacan se interroga sobre las coordenadas subjetivas en el momento de la eclosión de la neurosis a partir de la intrusión de un goce autoerótico, marca infantil de una satisfacción inconfesable, que retorna denotando la dependencia del sujeto de un deseo que desconoce[2]. De manera equivalente a la psicosis, también aquí estalla el drama subjetivo, en la experiencia de un goce que repercute siempre igual, goce imposible de negativizar[3].

En ocasión de la primera publicación del Seminario 16, Miller sostiene la hipótesis que la eclosión de la neurosis, planteada por Lacan únicamente en este seminario en dos párrafos diferentes, es un concepto equivalente al de desencadenamiento de la psicosis[4]. En ambos casos, con o sin forclusión del Nombre del Padre, se trata de la positivización de un goce que el sistema significante no logra reabsorber, revelando un punto forclusivo en el aparato simbólico. Miller lee allí un viraje en la teoría de la neurosis, tal como Lacan la había elaborado hasta ese momento. Siguiendo esta lógica, podemos inferir que la localización de un goce en más, que excede lo que el registro simbólico puede traducir, es el antecedente de la generalización de la forclusión para todo ser hablante. Situamos aquí el antecedente del pasaje de la clínica estructuralista a la clínica del delirio generalizado. Consecuentemente, si la clave es el goce y no el significante, lo que orienta la práctica analítica es el tratamiento posible de aquello que excede la significantización.

El agujero forclusivo

Ya en la época de la formalización lacaniana de la metáfora paterna, Lacan estableció la tensión entre el padre imaginario del Edipo freudiano y la función que el mismo opera en la estructura. Pero también, ya en aquella época, se puede leer la interrogación lacaniana respecto de la relación de la función paterna con lo real.

En el “Post–scriptum” de De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis Lacan subraya los efectos devastadores de la figura paterna cuando éste encarna la ley del Otro sin ninguna división subjetiva, en vez de mostrarse él mismo afectado por la ley del deseo y la castración. Bien entendido, no se trata de la relación del sujeto con el padre carente o ausente en la realidad, ni tampoco de la reducción de la incidencia del padre al peso que su palabra pueda tener para el deseo materno. Por cierto, es conveniente que el padre real esté a la altura de encarnar la función paterna, pero la función paterna va más allá del padre porque la misma no es otra cosa que la función del significante sobre el goce[5]. Lo que ya en aquella época está puesto en juego por Lacan entre líneas, cuando ubica el encuentro con el Un–padre y el efecto del desencadenamiento de la psicosis, es la imposibilidad del sistema simbólico de significantizar lo real. El encuentro con el Un–padre pone al desnudo la relación imposible de lo simbólico con lo real del goce.

En este sentido, el texto sobre la Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente constituye un punto de inflexión inaugural: es allí donde Lacan introduce el Goce, escrito por única vez con mayúsculas. El goce es presentado como el lugar que hace languidecer al Ser mismo y “cuya falta haría vano el universo”[6]. La presencia del goce da cuenta de la inconsistencia del campo del Otro para nombrarlo, su nombre falta en el mar de los nombres propios. Miller considera que en el escrito mencionado Lacan produce una operación de reducción lógica de la fórmula original de la metáfora paterna a partir de un triple movimiento. A saber: en primer lugar, se produce el pasaje de la consistencia simbólica del Otro a definir su inconsistencia; en segundo lugar, encontramos un desplazamiento de la potencia del falo simbólico a la significación fálica de una falta estructural; y en tercer lugar, Lacan escribe el pasaje del Nombre del Padre como significante primordial a la anotación del significante de la falta del Otro, S(Ⱥ)[7]. A partir de estas operaciones, Miller sostiene que allí se produce la escritura de una segunda metáfora paterna.[8] En síntesis, la introducción del goce como el significante que falta en la estructura de todo ser que habla permite escribir del lado del Otro, un agujero; y del lado del sujeto, un exceso imposible de negativizar.

La promoción del goce

La promoción de este goce imposible de negativizar conduce a Lacan de la formulación del Nombre del Padre como significante primordial a la necesidad de reducirlo a una función simbólica. Esta operación conlleva posteriormente en la enseñanza de Lacan a tener que pluralizarlo –reducirlo a un operador simbólico entre otros- y llegar a formalizar la función del lenguaje en tanto tal como función simbólica fundamental, una pura elucubración de saber, un intento de nominación del goce que finalmente resta indecible.

En este sentido, en una conferencia en Tel Aviv, Laurent retoma estos desarrollos de Miller en torno al Nombre del Padre y la escritura de su inconsistencia, para extraer de allí su alcance clínico. La gran consecuencia para la práctica psicoanalítica es que “la segunda metáfora paterna en Lacan es una generalización del esfuerzo psicótico singular al conjunto del campo clínico”[9]. A lo largo de la enseñanza de Lacan encontramos el abordaje radical que hace de la psicosis y de las soluciones que el sujeto psicótico puede encontrar sin contar con la referencia al Nombre del Padre. En la variedad de soluciones clínicas que las psicosis enseñan reabre la perspectiva para orientarse con el goce más allá del Nombre del Padre. Esto quiere decir que no solo se generaliza la forclusión del significante que podría producir la nominación última del goce, sino que se generaliza la necesidad de un tratamiento no standard del punto forclusivo para todo ser hablante. Nos encontramos con un agujero en lo simbólico que no corresponde al agujero forclusivo propio de la psicosis, sino del agujero correlativo a la inconsistencia lógica del Otro.

Esta perspectiva implica consecuencias directas para pensar la dirección de la cura, así como también los finales de análisis. Ya no se trata simplemente de la asunción de la castración simbólica y del atravesamiento de los meandros de la selva fantasmática, sino de cómo cada sujeto se las arregla con el punto forclusivo en el cual su modo de goce no se anuda a ninguna forma de sentido, permaneciendo como sustancia gozante por fuera de toda ligazón significante al campo del Otro.

El cambio de axiomática y el delirio generalizado

El cambio de axiomática en la enseñanza de Lacan fue trabajado por Miller con extrema precisión ya en el año 86, cuando dictó el curso Los signos del goce. En aquellos desarrollos está suficientemente señalado el pasaje de la lógica significante y el campo del Otro al goce del Uno, es decir, a la relación del ser hablante con el propio cuerpo[10]. En ese recorrido, propone generalizar la estructura de la “forclusión restringida”[11] de la metáfora paterna para extenderla a todo el campo de la clínica, ya que para todo sujeto existe un goce sin nombre, un indecible.

Subrayemos que hablar de forclusión generalizada implica situar la forclusión estructural del significante para nombrar el goce que afecta al ser hablante. En este sentido, lo que importa no es tanto el significante que falta, sino la presencia del goce como trazo inaugural del encuentro entre el cuerpo y la lengua. La intrusión de goce que afecta al cuerpo, aún cuando una parte es domesticada por el lenguaje, tiene un resto que escapa a la operación de mortificación y produce un cuerpo marcado por las emergencias de goce. De allí que se pueda sostener que el verdadero partenaire del sujeto no es el Otro sino el goce.

Siguiendo esta lógica, podemos sostener que cuando en el 78 Lacan afirma que “todo el mundo es loco, es decir, delirante”[12] se refiere a los esfuerzos del sujeto para dialectizar su goce. Al igual que en la psicosis, la dimensión delirante del discurso no se limita simplemente a una elucubración de sentido, sino que surge de los intentos del sujeto para tramitar el goce que lo concierne en su experiencia de estar vivo, afectado por el hecho de tener un cuerpo marcado por su relación con el lenguaje.

Del goce femenino al goce en tanto tal

Si bien Miller ya había señalado el desplazamiento del acento puesto en la función del padre hacia la lógica de la sexuación y la inexistencia de “La” mujer en el último tramo de la enseñanza de Lacan, es en el curso sobre El ser y el Uno donde desarrolla minuciosamente la profundidad y las consecuencias de dicho movimiento[13]. Allí demuestra que la sexualidad femenina y la lectura del goce como acontecimiento innominable, sobre la cual Lacan produce una formalización inédita, es el camino que abre las puertas al último tramo de su enseñanza.

Corresponde destacar dos cuestiones: en primer lugar, el establecimiento de la lógica del no–todo que permite anotar el goce femenino no subsumible a la lógica fálica, diferente al goce masculino ordenado por completo bajo la égida del falo; en segundo lugar, la condición de opacidad del goce femenino, no representable, imposible de localizar, ilimitado y no contabilizable, hacen que el mismo pueda ser reducido al goce como tal[14].De este modo, la generalización del goce femenino implica la generalización del goce como acontecimiento de cuerpo que excede al decir. En este sentido, podemos afirmar que es la operación de Miller sobre Lacan la que consagra al goce femenino como el goce en tanto tal y reconduce a la práctica analítica hacia lo incurable[15].

Queda así demostrado el trayecto que va del padre a lo femenino en la enseñanza de Lacan. A partir de allí, vendrá el sinthome a inscribirse como solución singular, enseñanza que Lacan extrae de la invención joyceana de una escritura inédita, que toma la forma de un tratamiento sinthomático del goce disruptivo de lalangue. Dicho tratamiento es tan absolutamente singular que hace de Joyce el más grande escritor inglés[16].

Una clínica ordinaria

Ante el gran desencadenamiento, o bien ante los signos discretos de las psicosis ordinarias, así como ante la precariedad simbólica de algunas formas de presentación de las neurosis actuales, o bien ante los modos rígidos que hacen a menos de la relación al inconsciente como es el caso de las histerias rígidas; ante los diversos modos del empuje a la realización del goce mortífero, en las neurosis más clásicas, e incluso en el autismo, en todos los casos se puede leer –con o sin el Nombre del Padre, con o sin relación al inconsciente– el intento fallido de cada sujeto para defenderse de lo real que lo habita.

Poco importa si estamos en la época del Otro que no existe, o si nos gusta más hablar de la “evaporación del padre”[17] –que leemos a partir de los efectos de segregación creciente en la cultura–, o si nos referimos a las consecuencias de su “hundimiento”[18], porque lo que importa es que el padre está afectado por una imposibilidad estructural. Lo simbólico es inconsistente para producir la nominación última que todo lo apaciguaría. Se hace necesario encontrar otros modos de tratar el goce, haciendo uso de los discursos, en especial el discurso analítico pero no únicamente, para poder cernir aquello que excede al discurso mismo.

El “giro pragmático”[19] que se produce en la enseñanza de Lacan conllevan desplazamiento de la relación con las palabras y su trama de significaciones inconscientes hacia la relación entre el parásito lenguajero y los efectos de goce que se inscriben sobre el cuerpo, frente a una normatividad que siempre fracasa.

Si la perspectiva se desplaza desde los modos de dar sentido al síntoma hacia los modos de anudamientos por fuera del sentido, entonces se vislumbra que el acento recae más sobre el síntoma como acontecimiento de cuerpo que sobre el síntoma como verdad a descifrar. Con o sin el Nombre del Padre, en el nivel del síntoma como acontecimiento de cuerpo, todos somos inclasificables.

La última enseñanza de Lacan aporta, más allá del recurso discursivo, un recurso pragmático ante el goce que no se deja domesticar. Una vez que se ha tocado el paradigma de la normalidad y de la locura, se abren infinitas soluciones posibles, en especial para cada sujeto que se preste a dejarse tocar por el acontecimiento de la experiencia analítica.

 
Bibliografía
  • Lacan, J., “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”, Escritos 2, Paidós, Buenos Aires, 1975.
  • Lacan, J., El Seminario 16, De un Otro al otro, Paidós, Buenos Aires, 2008.
  • Miller, J.–A., “Una lectura del Seminario de un Otro al otro” en revista Freudiana 56, Barcelona, 2009.
  • Miller, J.–A., “Sobre la clínica psicoanalítica”, Elucidación de Lacan, Paidós, Buenos Aires, 1998.
  • Lacan, J., Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente, Escritos 2, Paidós, Buenos Aires, 1975.
  • Miller, J.–A., Extimidad, Paidós, Buenos Aires, 2010.
  • Laurent, E., “La psicosis o la creencia radical en el síntoma”, revista Freudiana nro. 82, Barcelona, 2018.
  • Miller, J.–A, Los signos del goce, Paidós, Buenos Aires, 1998.
  • Lacan, J., “¡Lacan por Vincennes”!, revista Lacaniana de psicoanálisis nro. 11, Grama, Buenos Aires, 2011.
  • Miller, J.–A., L’Un tout seul, inédito. Consultado en línea en https://aveclacan.wordpress.com/2014/09/25/le–cours–de–jacques–alain–miller/.
  • Camaly, G., Los impasses de la feminidad. Goces y escrituras, Grama, Buenos Aires, 2017, p. 129–132.
  • Camaly, G., “Del padre al sinthome, de la mano de Joyce”, revista Lacaniana de psicoanálisis nro. 19, Grama, Buenos Aires, 2015.
  • Lacan, J., “Nota sobre el padre”, revista Lacaniana de psicoanálisis nro. 20, Grama, Buenos Aires, 2016.
  • Miller, J.–A., “En dirección a la adolescencia”, Intervención de clausura de la 3° Jornada del Institut de l’Enfant Interpretar al niño, que tuvo lugar en el Palais de Congrès de Issy–Les–Moulineaux el 21 de marzo de 2015. Disponible en francés en http://www.lacan–universite.fr/wp–content/uploads/2015/04/en_direction_de_ladolescence–J_A–Miller–ie.pdf. Versión en español en Psicoanálisis Inédito en http://www.psicoanalisisinedito.com.
  • Laurent, E., “Las psicosis ordinarias”, El sentimiento delirante de la vida, Colección Diva, Bs. As., 2011.
 
Notas

Texto publicado en La locura de cada uno, Glaze, A. y Camaly, G. (Compiladoras), Grama, Buenos Aires, 2019.

  1. Lacan, J., “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”, Escritos 2, Paidós, Buenos Aires, 1975, p. 540.
  2. Lacan, J., El Seminario 16, De un Otro al otro, Paidós, Buenos Aires, 2008, p. 292.
  3. Íbid, p. 195.
  4. Miller, J.-A., “Una lectura del Seminario de un Otro al otro” en Revista Freudiana 56, Barcelona, 2009.
  5. Miller, J.-A., “Sobre la clínica psicoanalítica”, Elucidación de Lacan, Paidós, Buenos Aires, 1998.
  6. Lacan, J., Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente, Escritos 2, Paidós, Buenos Aires, 1975, p. 799, 800.
  7. Miller, J.-A., Extimidad, Paidós, Buenos Aires, 2010, p. 203.
  8. Íbid, p.200
  9. Laurent, E., “La psicosis o la creencia radical en el síntoma”, revista Freudiana nro. 82, Barcelona, 2018.
  10. Miller, J.-A, Los signos del goce, Paidós, Buenos Aires, 1998, cap. XX y cap. XXII.
  11. Íbid, p.378.
  12. Lacan, J., “¡Lacan por Vincennes”!, revista Lacaniana de psicoanálisis nro. 11, Grama, Buenos Aires, 2011, p. 7.
  13. Miller, J.-A., L’Un tout seul, inédito. Consultado en línea en https://aveclacan.wordpress.com/2014/09/25/le-cours-de-jacques-alain-miller/.
  14. Íbid
  15. Camaly, G., Los impasses de la feminidad. Goces y escrituras, Grama, Buenos Aires, 2017, p. 129-132.
  16. Camaly, G., “Del padre al sinthome, de la mano de Joyce”, revista Lacaniana de psicoanálisis nro. 19, Grama, Buenos Aires, 2015.
  17. Lacan, J., “Nota sobre el padre”, revista Lacaniana de psicoanálisis nro. 20, Grama, Buenos Aires, 2016.
  18. Miller, J.-A., “En dirección a la adolescencia”, Intervención de clausura de la 3° Jornada del Institut de l’Enfant Interpretar al niño, que tuvo lugar en el Palais de Congrès de Issy-Les-Moulineaux el 21 de marzo de 2015. Disponible en francés en http://www.lacan-universite.fr/wp-content/uploads/2015/04/en_direction_de_ladolescence-J_A-Miller-ie.pdf. Versión en español en Psicoanálisis Inédito en http://www.psicoanalisisinedito.com.
  19. Laurent, E., “Las psicosis ordinarias”, El sentimiento delirante de la vida, Colección Diva, Bs. As., 2011, p.135.
 
 
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