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Consecuencias
 
Edición N° 26
 
Junio 2022 | #26 | Índice
 
Las No-cosas de Byung-Chul Han
Por Pamela Iturriza y Jackie Rico
 
Pamela Iturriza Jackie Rico

“No-cosas. Quiebres del mundo de hoy” es un libro publicado en 2021 por su autor Byung-Chul Han, filósofo y ensayista surcoreano especializado en estudios culturales y profesor de la Universidad de las Artes en Berlín.

En este ensayo, desarrolla lo que podría llamarse una filosofía del Smartphone así como una drástica critica a la inteligencia artificial. Su pensamiento expresa una posición manifiesta: una clara valoración por lo tangible, lo sólido y lo silencioso.

Rápidamente, formula lo que entiende por No-cosas: “Es (…) nuestro frenesí de comunicación e información lo que hace que las cosas desaparezcan. La información, es decir, las no-cosas, se coloca delante de las cosas y las hace palidecer”[1]. Se refiere en estas primeras páginas a una transposición de los objetos conocidos como son las fotos, los relojes analógicos, los teléfonos, los libros e incluso las personas con sus gustos e identidades en información digital, en datos consumibles, almacenables y vendibles. De esta manera, asegura que nos volvemos ciegos para las cosas silenciosas, discretas y cotidianas que nos anclan - en sentido heideggeriano - en el ser.

Asegura, que estamos en una era de transición en la que el orden terreno, al que Hannah Arendt llamo “cosas del mundo” y cuya característica es “estabilizar la vida humana” está siendo sustituido por el orden digital. Asimismo, afirma que las cosas son polos de reposo de la vida humana. Hoy estaríamos frente a la desaparición de esos puntos de anclaje.

Sostiene que el “ser-en-el-mundo” de Heidegger consiste en manejar cosas que están para ser usadas con las manos. Figura central de su análisis del Dasein. Éste accede al mundo circundante por medio de las manos. En este sentido, recurriendo a Hegel sostiene que, en su “filosofía real” está incluida la idea de que la herramienta no tiene aún en sí misma la actividad, sino, que es el hombre quien la maneja y en ese acto encallece su mano desgastándola como a una cosa. Para Hegel entonces, afirma, el espíritu es trabajo, es mano.

Es así como el ser humano del futuro, desinteresado por las cosas y la resistencia que ellas oponen, pasa a ser un homo ludens: quien da paso a la ligereza del juego programando aparatos que se encarguen de hacer el trabajo por él, constituyéndose en un Phono sapiens: un humano manualmente inactivo que se limita a tocar con los dedos su Smartphone.

Plantea que el orden digital, que es el de la información que carece de aquella firmeza del ser otorgada por las cosas, vive del estímulo, reclamando permanentemente nuestra atención, arrastrando al propio sistema cognitivo con tsunamis de información fugaz que desestabilizan la vida. Así, nuestra obsesión pasa a ser la información de la que se ocupan las energías libidinales que se apartan de las cosas. Formula que su consecuencia es la infomanía: el fetichismo por los datos y la información. De esta manera, los dispositivos electrónicos - a los que caracteriza de indiscretos, intrusivos y chismosos, - siendo el Smartphone el privilegiado -, se transforman en infómatas: actores que procesan información, nos hablan, nos informan espontáneamente sobre su estado general y el nuestro, se preocupan por nosotros pretendiendo sobreponerse a la contingencia del futuro. Reaccionando como actores con los que nos comunicamos e interactuamos. De esta manera, quedamos dirigidos por una prisión inteligente y panóptica que reduce nuestra libertad de acción al consumo y la elección de la yema de los dedos.

En este sentido, afirma que en la actualidad, queremos experimentar más que poseer. Experimentar constituye hoy una forma del ser, la nueva máxima es “yo soy cuanto más experimento.”[2] Se busca consumir experiencias, evitando vínculos con las cosas y las personas queridas, ya que implicarían un vínculo libidinal intenso que resulta inoportuno para la libertad en sentido consumista que hoy rige la vida.

De esta manera, contrapone la figura del coleccionista que, contrario al consumidor, despoja a las cosas mediante su acto de posesión de su carácter de mercancía. El Smartphone en su combinación de imágenes y de información nos empuja al tacto del dedo índice para el que el mundo se vuelva disponible y accesible tanto como consumible. Impone el hábito consumista que se traslada, también, en plataformas como Tínder al consumo de personas, las que privadas de su otredad, desaparecen como voz y como mirada conduciendo a una relación perturbada y perturbadora con uno mismo y con el otro.

La palabra “objeto”, dice, deriva del latino obicere, que significa oponerse. “La negatividad de la resistencia le es inherente”[3] Sin embargo, los objetos digitales no oponen tal resistencia, en su superficie lisa se vuelven dóciles. Es así como afirma que el Smartphone es un objeto narcisista que, contrariamente al objeto transicional que encarna al otro fundando una relación con él y estructurando la psique, la desestabiliza porque carece de la dimensión de otredad y su manejo es repetitivo y compulsivo. El Smartphone afirma “es un objeto (…) autista en el que uno no siente al otro, sino ante todo a sí mismo”…..“Convierte el tú en ello. La desaparición del otro es precisamente la razón ontológica por la que el Smartphone hace que nos sintamos solos”[4]. De esta manera, la selfie es pensada por Han como una suerte de paradigma narcisista de la no-cosa, que, cargada hasta reventar de valor de exposición, exhibe caras con expresiones estandarizadas, como sacar la lengua y guiñar un ojo. Haciendo desaparecer el recuerdo, el destino, la historia, el silencio, el secreto y la belleza melancólica y continuidad narrativa propias del rostro y sus retratos.

Asimismo, Han aborda el concepto de inteligencia artificial, oponiéndola al pensamiento. Según el autor, el pensamiento se mueve en un campo de experiencia antes de dirigirse a los objetos. Dicha experiencia se le abre al ser hablante en un medio afectivo o disposición anímica. Por el contrario, la inteligencia artificial es incapaz de pensar, dado que se cierra a la totalidad de la que parte el pensamiento. El autor afirma: “La inteligencia artificial procesa hechos determinados que siguen siendo los mismos. No puede darse a sí misma nuevos hechos.”[5]

En este sentido, el cálculo y el pensamiento se oponen. El big data supone un conocimiento absoluto y rudimentario, dado que se detiene en las correlaciones y el reconocimiento de patrones. Han afirma: “Todo se vuelve calculable, predecible y controlable.”[6] La inteligencia artificial no comprende los resultados de sus cálculos. El cálculo no forma conceptos y no avanza de una conclusión a otra.

Según Han, el pensamiento despeja e ilumina el mundo y lo hace surgir completamente diferente. Asimismo el Eros, es la condición de posibilidad del pensamiento en tanto se nutre del Eros. En este sentido, la inteligencia entraña el peligro de que el pensamiento se asemeje a ella y se vuelva él mismo maquinal.

La inteligencia artificial aprende del pasado. El futuro que calcula no es un futuro en el sentido propio de la palabra. Aquella es ciega para los acontecimientos. La inteligencia artificial solo elige entre opciones dadas de antemano. El pensamiento, en cambio, engendra un mundo nuevo.

Siguiendo al autor, hoy no hay ni frialdad ni calor en las cosas. Están decaídas. Toda vivacidad se desvanece en ellas. Se pregunta: ¿Quién percibe una fisonomía en las cosas? ¿A quién le parecen animadas las cosas? ¿Quién sospecha que las cosas tienen vida propia? El mundo actual es muy pobre en miradas y voces. No nos mira ni nos habla, sino que pierde su alteridad en un mundo sin cosas y sin cuerpos.

Es en esta misma línea el filósofo subraya que, en la actualidad, el es reemplazado por un ello. La comunicación digital elimina el encuentro personal, el rostro, la mirada y la presencia física. De este modo, acelera la desaparición del otro, lo que constituye un acontecimiento dramático. Sin embargo, este proceso ocurre de forma tan imperceptible que no somos conscientes de ello.

Por lo tanto, si el mundo se compone únicamente de objetos disponibles y consumibles, no podemos establecer una relación con él ni con la información. En efecto, la ausencia de relación y apego conduce a un empobrecimiento del mundo. La pantalla es muy pobre. Sin nada en frente, sin un tú, solo damos vuelta alrededor de nosotros mismos.

La comunicación digital, entonces, supone una considerable merma de las relaciones humanas. En la contemporaneidad, Han subraya que estamos todos en las redes sin estar conectados unos con otros dado que estar en la red no es sinónimo de estar relacionados.

Por otro lado, la comunicación digital destruye tanto la cercanía como la lejanía al borrar las distancias. En la actualidad, no tenemos tiempo para el otro, para establecer lazos y amistades. En cambio, prima el tiempo del yo, producto del ego fortalecido. De este modo, las relaciones se vuelven un contacto sin distancia.

En la era contemporánea, percibimos la realidad en términos de información. Consumimos permanentemente información y, por lo tanto, se reduce el contacto. La percepción pierde profundidad e intensidad, masa y volumen. No profundiza en la capa de presencia de la realidad. La digitalización también suprime los recuerdos. En lugar de almacenar recuerdos, almacenamos datos.

Las experiencias epifánicas de intensidad evocan una relación mágica con el mundo, que no se caracteriza por la representación, es decir, por la idea y el significado, sino por el contacto y la presencia inmediatos. En la contemporaneidad, nos acostumbramos a una presencia abrumadora de estímulos que nos sorprenden y entusiasman. De este modo, nos volvemos ciegos para las cosas silenciosas, habituales y discretas, que no nos estimulan, pero nos anclan en el ser.

Exploremos ahora los señalamientos que realiza Han respecto a la teoría de la fotografía de Barthes. El filósofo se remite a estos desarrollos, dado que considera que pueden aplicarse a la realidad actual. Según esta teoría, existen dos elementos de la fotografía:

A) El studium: vasto campo de información que registramos cuando contemplamos fotografías.

B) El punctum: interrumpe el studium: algo sale de la escena como una flecha y viene a punzarnos. El punctum rompe el continuo de la información.

Barthes describe a aquellas fotografías que se agotan en el studium como monótonas, debido a que sólo transportan información clara y simple.

De este modo, la fotografía pornográfica es una fotografía monótona por ser lisa y llana, mientras que la fotografía erótica es una imagen alterada, fisurada. Por lo tanto, Han concluye que la información es pornográfica por su propia naturaleza. Lo que está plenamente presente y se exhibe sin descanso no seduce.

Asimismo, el autor se enfoca en las experiencias contemporáneas en torno al arte. El filósofo subraya que si miramos un cuadro solo para informarnos de algo, dejamos de sentir su independencia y su magia. Es el exceso de significantes lo que hace que la obra parezca mágica y misteriosa. Han dice “Lo misterioso de la obra de arte es el hecho de que los significantes circulen sin que se detengan en un significado, en un sentido.”[7]Han también enfatiza la importancia del silencio, que concibe como sagrado. Sin embargo, el verbo fundamental de nuestra era no es cerrar, sino “abrir los ojos, pero sobre todo la boca”[8]. El autor sostiene que cada individuo se produce a sí mismo en la época de la hipercomunicación. En este sentido, se desprecia el silencio dado que no produce nada. Por ello, el capitalismo no exalta al silencio.

El filósofo sostiene que la hipercomunicación digital, la conectividad limitada, no crea ninguna conexión. Más bien aísla y acentúa la soledad. La compulsión por producir y comunicar destruye el recogimiento contemplativo. Cuando todo está disponible y es alcanzable, la atención profunda no halla ocasión. La mirada no se detiene.

Han subraya que en la actualidad no tenemos tiempo de cerrar los ojos. Los ojos se ven forzados a una continua voracidad. Producimos constantemente información para compartir con otros. Procuramos que dicha información creada guste a otros.

Finalmente, el autor concluye que la digitalización se traducirá en la anulación de lo humano. El mundo progresivamente se vacía de cosas y se llena de información y de datos, que se colocan frente a las cosas y las hace palidecer. El filósofo afirma: “las cosas queridas son raras en la actualidad. Dejan paso a artículos desechables.”[9]

 
Notas
  1. Han, B., No-cosas: quiebres del mundo de hoy, Penguin Random House Grupo Editorial, Buenos Aires, 2021, p.10.
  2. Íbid, p. 25.
  3. Íbid, p. 37.
  4. Íbid, p. 44.
  5. Íbid, p. 57.
  6. Íbid, p. 57.
  7. Íbid, p. 85.
  8. Íbid, p. 97.
  9. Íbid, p. 94.
 
Bibliografía
  • Han, B., No-cosas: quiebres del mundo de hoy, Penguin Random House Grupo Editorial, Buenos Aires, 2021.
 
 
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