Para poder abordar el trabajo de hoy con ustedes voy a tomar como referencias tres citas del Seminario 11 sobre Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, de Jacques Lacan.

Estas citas son las siguientes, no las voy a leer de modo textual, pero les daré las páginas correspondientes. En la página 131 Lacan dice que la transferencia no es un producto exclusivo de la situación analítica, en tanto no puede por sí misma crear el fenómeno en su totalidad.

La segunda corresponde a la página 239, y refiere a que la transferencia es un fenómeno que incluye juntos al sujeto y al psicoanalista, y que dicho fenómeno está ligado al deseo.

Por último en la página 262 plantea que detrás del amor de transferencia se produce el encuentro entre el deseo del analista y el del paciente.

Hasta aquí las citas, ahora bien: si la transferencia lo es del inconsciente, en tanto hay inconsciente hay transferencia, y si la transferencia lo es del inconsciente, entonces hablar de un fin para la transferencia, ¿sería hablar de un fin del inconsciente?

Se puede decir que la transferencia afecta al sujeto de incertidumbre y el intento del sujeto es de determinarse, de buscar una certeza. Se hace necesario, entonces, buscar la diferencia entre transferencia e inconsciente y lo específico de la transferencia analítica es la respuesta: el deseo del analista. El deseo de analista es la particularidad de la transferencia analítica.

¿Qué respuesta diferente da el deseo del analista?

La transferencia es el vínculo por el que el sujeto busca adquirir una certeza sobre su ser, y allí el deseo del analista abre la posibilidad de producir un saber cierto. No se trata de un deseo subjetivo, sino del deseo como “objeto”. Lacan lo define desde una “negatividad”: es una x, una incógnita, es la enunciación. Por la vía de la afirmación, la cura conduciría a un Ideal, pero el deseo del analista está más allá de los ideales de una colectividad, incluso la analítica, más allá de las identificaciones.

El deseo del analista, dice Lacan, separa el Ideal del objeto a, y lleva la demanda a la pulsión. En este sentido es que va más allá del amor, contraría el amor de transferencia. El psicoanálisis no es una cura por amor porque el amor es resistencia.

El nuevo amor del que habla Lacan al final de este Seminario no es el amor de la cura, sino el que surge como efecto de una cura. El deseo del analista hace caer el amor para hacer surgir el deseo. El deseo del analista, por lo tanto, no lleva al amor de transferencia sino que el amor es efecto del encuentro con el deseo.

En la página 163 del mismo Seminario, Lacan define al deseo como el lugar de empalme d[1]e la realidad sexual del inconsciente con la demanda. El deseo del analista es el que los empalma.

De este modo, la transferencia podría pensarse como la puesta en acto del fantasma ($◊a), que desligado de la demanda, evita el surgimiento del deseo.

La transferencia articula el i(a), es decir el objeto definido como narcisista, con el objeto a, que está encubierto. Es a través de la demanda que es posible articular la pulsión con el deseo: allí donde la pulsión se juega en los desfiladeros del significante. Porque podemos decir, efectivamente, que la pulsión es silenciosa, pero la pulsión sin articularse a la demanda es silenciosa. El analista debe lograr que la pulsión se ligue al deseo, y que la satisfacción se juegue en la cadena significante.

El deseo del analista es causa de un deseo más amplio que el deseo capturado por el Ideal. Conlleva a ampliar el campo del deseo, que venía limitado por la versión del deseo del Otro que marca el Ideal del paciente, aunque no es un deseo limitado: tiene límites.