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Consecuencias
 
Edición N° 25
 
Julio 2021 | #25 | Índice
 
¿Deseo de psicoanalista en Cuba?
Por Mariela Rodríguez Méndez[1]
 
Mariela Rodríguez Méndez

“Hay la Escuela como sujeto, como el lugar posible de hacer del deseo del analista el sujeto de la experiencia. Y esta debería ser la brújula de la política…”[2]

Me causa la invitación a hablar del deseo del psicoanalista en Cuba, en un esfuerzo por bordear la pregunta de qué oportunidades para el acto analítico en mi país. Texto del que me hago responsable pues no es más que mi interpretación, singular.

El psicoanálisis es entendido por Lacan como una praxis, es decir, “acción que da la posibilidad de tratar lo real mediante lo simbólico[3]. Poner a la luz la experiencia analítica, implica dar cuenta de la lógica de la dirección de la cura a partir de su política (ética y praxis de su teoría), su estrategia (referida a la transferencia) y la táctica (interpretación durante el recorrido).[4]

Es el deseo del analista un operador, una función que hará posible la "política" del psicoanálisis, en el manejo de la transferencia, que se manifestará a través de la interpretación y el acto analítico, verificable retroactivamente a través de sus consecuencias. El concepto deseo del analista fue construyéndose a lo largo de la enseñanza de Lacan, pues la experiencia analítica no marcha sola.

Si bien el deseo del analista implica renunciar a todo el poder otorgado por el analizante, sí deberá conducir la cura a su fin orientándose por la ética del psicoanálisis. Deseo del analista es causar: deseo de saber sobre la pasión por la ignorancia, ir más allá de las identificaciones y el confort fantasmático, arreglárselas con la no relación sexual, con el goce del síntoma hasta erigirlo en escabel sinthomático.

Ese deseo del analista ha de comandar la experiencia analítica, la de escuela y el lazo social acorde a la política lacaniana que es ante todo una orientación en la formación del analista en la cura (Política en la cura), sus asociaciones y escuelas (Política en el psicoanálisis), tanto como la lucha por propiciar las condiciones de existencia del psicoanálisis mismo en la civilización (Política en general).[5]

Advertimos que el deseo del analista supone un análisis llevado a su fin, una formación del inconsciente, un saber ser desecho, un saber hacer y un bien decir. No se trata del deseo de un sujeto fijado a su fantasma, sino de una función-causa. Sin embargo, no esperamos a concluir nuestros análisis con la verificación propia del pase para comenzar a trabajar como analistas practicantes, hacer existir la Escuela y el psicoanálisis.

Durante el trayecto de análisis van aconteciendo transformaciones subjetivas que junto al trabajo en otros dispositivos (de control, cartel, escuela) van reubicando la posición que tenemos en la práctica. Mientras, en el proceso de formación, es importante advertir que se puede tener fundamentos neuróticos en nuestra práctica.

Advertida de la paradoja de hablar de deseo del analista en la Habana, donde no hay analista de escuela (AE), la práctica es institucional, la escuela no tiene sede oficial; intentaré orientarme por las consecuencias del deseo de analista que podemos interpretar.

Juzgar el acto por sus consecuencias

Comencemos por las consecuencias, dado que el deseo del analista se verifica por los efectos de su acto. En Cuba, existe una delegación de la Nueva Escuela Lacaniana en La Habana. Hay cursos de psicoanálisis en la Universidad. Existe Memorándum de entendimiento para la proyección de cooperación entre la Nueva Escuela Lacaniana y la Sociedad Cubana de Psicología, que apoya nuestro marco de inscripción legal a través de dicha sociedad. Asimismo, están presentes los psicoanalistas practicantes en las instituciones, en un contexto donde no se legitima la práctica privada de psicólogos, ni psicoanalistas.

“De Grupo de Estudios Psicoanalíticos de la Habana (GEPH) asociado a la Escuela del Campo Freudiano de Caracas, pasamos a ser una delegación de la Nueva Escuela Lacaniana, cuando en el año 2000 se constituía la “NEL en formación”. (...) Muchos de sus integrantes, junto a estudiantes e interesados en el saber psicoanalítico desde un enfoque lacaniano, fundamos además en el 2005, la Sección de Psicoanálisis Lacaniano de la Sociedad Cubana de Psicología, espacio que nos permite trabajar también cada semana, en los temas de actualidad, sobre la clínica, los síntomas de la postmodernidad, los fenómenos sociales, apuntalados por una época que “ya no es la de antes”. [6]

Este marco de existencia del psicoanálisis lacaniano en nuestro país, ha sido construido con un tenaz deseo de aquellos causados, quienes, con su presencia y trabajo decidido en transferencia, hacen lo mejor con lo posible, con lo que hay al alcance cada vez. Sólo así, se abren y abrirán otras oportunidades para el psicoanálisis en Cuba.

En nuestra delegación coexisten miembros fundadores con generaciones que se han ido sumando paulatinamente. Se analizan y controlan asociados y amigos de la escuela con analistas de la delegación. Es un proceso continuo, en un flujo de miembros y asociados que emigran; entre otros que ingresan y permanecen. Analistas practicantes fuera y dentro de nuestro país que participan singularmente en la Escuela de Lacan.

El deseo en la Historia

Si bien, antes de 1959, había psicoanalistas que continuaron su práctica después del cambio social socialista; el psicoanálisis languidecía reducido a una tendencia histórica por integrar a la psicoterapia; sin espacios de formación de analistas.

En 1989, por el deseo de una analista argentina, llamada Eve Rabinowicz, quien estuvo viviendo en la isla, se conformó un grupo de jóvenes interesados para hablar de Freud y Lacan. Una vez marcados por esta transmisión, en 1991 fueron acogidos por el deseo de Judith Miller quien respondió a su llamado, cuando partió aquella analista. Gracias a su deseo y de tantos analistas que visitaron la Habana desde el Campo Freudiano, hubo análisis personal, control y formación epistémica dentro y fuera del país.[7]

Gracias al deseo de quienes sostenemos en nuestro contexto análisis personales, formación, control en lazo con el Campo Freudiano, la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP), la Nueva escuela Lacaniana (NEL) se sostiene el psicoanálisis en Cuba hace más de 30 años.

El psicoanálisis, “amarra la existencia de cada uno de aquellos a los que dedicamos nuestro trabajo (…) y a la vez, hace lazo con otros ya que lo más singular de cada uno es hacer lazos”.[8]

Deseo de Escuela

El deseo de Escuela nos parece una versión del deseo del analista. La Escuela es una experiencia susceptible de ser psicoanalizada y de producir un saber explícito, fruto de la subjetivación posible a partir de sus distintos dispositivos, estructurados para una formación psicoanalítica lacaniana[9]. Espacios epistémicos, clínicos y políticos son trabajados cada mes en nuestra delegación.

Lacan esperaba que su Escuela, no fuera en contra del discurso analítico en tanto en ella se apunte a la des-identificación, a la soledad de cada uno de sus miembros. Y desde allí, hacer ex-sistir el psicoanálisis. La invención de sus dispositivos (cartel, control, testimonios, etc.) pretenden ser consecuentes con la política del psicoanálisis lacaniano. La Escuela sujeto, invita a la subjetivación de la experiencia.

La NEL delegación La Habana es y será la que nos sea posible armar como nuestro dispositivo de formación. El deseo del analista en la escuela causará el deseo de saber, en una interpretación que solo resuena si existe transferencia de trabajo y da lugar a esa x, a partir de la cual cada miembro y asociado podrá bordear la pregunta qué es un analista.

El deseo del analista en el marco de la Escuela de Lacan, implica preguntarse por el tratamiento analítico de los embrollos, apatías, aburrimientos, etc. Advertir, que el síntoma es lo más valioso con lo cual contamos y hacer política del síntoma en la Escuela, comandada por el deseo del analista implica interpretación, invitación a la conversación y el trabajo en lazo transferencial con otros. Invita a no quedar tranquilos en las dinámicas grupales que, sin embargo, son inevitables.

Nos recuerda Gorostiza que Lacan, en 1981 decía: “Mi fuerte es saber lo que aguardar (attendre) significa “[10]

Deseo del analista en instituciones

Nos encontramos en las instituciones de salud y la universidad, entre otras.

“En la institución, el psicoanálisis aplicado, se sostiene gracias al deseo del analista quien abre un espacio inusitado para el despliegue de la palabra en pos de elaborar un saber nuevo y producir una rectificación.”[11]

Se opera apuntando a esa satisfacción que se esconde en el sufrimiento que aqueja, para dar lugar a un deseo singular. Se asume que, en cualquier momento histórico y contexto social retorna en forma de síntoma aquello imposible de adaptar a la norma, que habita en cada ser hablante. Permitir un encuentro con el analista en la institución, requiere que éste se pueda separar de las demandas institucionales. El lugar del analista en una institución debe suspender los saberes previos y dejarse sorprender por la enseñanza de los saberes efectivos, útiles para su práctica, a partir de la experiencia misma, orientada siempre por la ética y los principios políticos del psicoanálisis. Ello requiere cierto consentimiento recíproco y el deseo del analista para hacer confluir el saber con lo inédito.

Desde la orientación lacaniana, se concibe esta práctica como psicoanálisis aplicado a la terapéutica en la institución. A partir de la primera sesión, el analista opera con la política del fin de análisis, la transferencia como estrategia y la interpretación como táctica.[12] Y cada cual termina la experiencia cuando sea suficientemente buena, siendo usual que no se llegue a la formación de un analista en fin de análisis como suele suceder en el psicoanálisis puro.

Se busca incidir en la economía de goce, por medio del decir en el dispositivo. Incluso en los casos que no van más allá de un momento preliminar, se aloja al sujeto, se introduce una escansión, un tiempo de localización y comprensión de lo que aqueja.

La primera entrevista, tiene los mismos objetivos que cualquier proceso preliminar: donde se busca una transformación ética de la demanda, que consiste en indicar al sujeto la parte que él tiene en la fabricación y preservación de las condiciones de su sufrimiento y posteriormente, propiciar la apertura del sujeto a una pregunta sobre la causa de su sufrir que movilice una verdadera y propia indagación heurística de su verdad, hasta dar lugar a las transformaciones subjetivas que implican arreglárselas de otro modo con lo real de su goce. En este sentido debe privilegiarse la verdad de la causa sobre la supresión del sufrimiento sintomático. Podría requerirse previamente una rectificación del Otro que espera el demandante en la institución, durante el proceso inicial de acogida. Alojar, sostener, escuchar al sujeto en este momento preliminar puede formar parte de esa rectificación del Otro[13].

Se inserta el psicoanalista lacaniano en los equipos de trabajo, que atienden el sufrimiento psíquico, enfermedades crónicas no transmisibles y las transmisibles, en los diferentes niveles de atención del sistema de salud.

Sin embargo, cuando nuestros programas aspiran a una salud para todos, también pueden desconocer el lugar de ese goce irreductible y de su retorno en forma de síntomas. Es ahí, cuando la intervención del psicoanalista puede ir al encuentro con lo singular, imposible de recoger en la lógica de salud “para todos” de cualquier programa o protocolo.

Así suele suceder, por ejemplo, en uno de los programas que mejor funciona en nuestro contexto: el Programa de Atención Materno Infantil, que vela con esmero por la salud de la mujer embarazada. Ante riesgos para la madre y el bebé, sugiere el ingreso en “hogares maternos” que son instituciones creadas para su atención en la comunidad. No son pocas las gestantes que se niegan, generándose tensiones con el equipo de salud. En el encuentro con el psicoanalista, la embarazada no es persuadida, sugestionada, exigida. El analista, intenta propiciar un espacio al decir del sujeto que le permita subjetivar su posición respecto al embarazo, su riesgo y al Otro que puede representar el equipo de salud. Se da lugar, siempre que es posible, a la invención de alternativas viables para la gestante, acorde a la singularidad de su modo de goce. Esta postura, implica asumir riesgos y hacerse responsable de las consecuencias de este acto ante la institución. Este modo de bordear lo real, ha dado lugar al cumplimiento de los objetivos de este programa como otros tantos. [14]

Derivaciones de casos atendidos por múltiples programas de salud llegan a la consulta del psicoanalista practicante en la institución. Así una tensión arterial elevada que no disminuye con el tratamiento médico, puede dar lugar a la pregunta por la “tensión”. Ello permite el desplazamiento del discurso hacia un constante “hacer lo que me toca”. Ante la puntuación de la analista de ese “lo que toca” se hace referencia a cuidados de la madre enferma. Es la madre que, como mujer, eligió al marido que “tocaba” a la niña cuando enfermaba, en una “cura” mística que sugería la madre. Quedarse con “lo que toca” deviene un síntoma, cuya verdad se comienza a elucubrar en el encuentro con el analista. Localizar ese modo de goce, elaborar el saber inconsciente alrededor del enigma que representó quedarse en ese lugar, tuvo incidencia en su economía de goce. Pudo separarse de la demanda de esa madre y de su goce de quedar estragada en “lo que toca”. Logró así, cuidar de otro modo, dando lugar a un modo de amar y tocar, sin tensión arterial elevada. Vale destacar, que se continuó la experiencia, mucho más allá del alivio sintomático que aconteció en las primeras sesiones.

Encuentros similares acontecen en casos atendidos en nivel terciario, donde se busca rehabilitación o tratamiento de enfermedades de riesgo para la vida como puede ser el VIH/SIDA. Se reciben casos como el que relataremos, donde el diagnóstico no explica la multiplicidad de síntomas orgánicos, que llevan al médico a efectuar la derivación. Al dar lugar a la palabra, se puede identificar la defensa conmovida al saberse seropositiva. El desencadenamiento de la angustia al recibir el diagnóstico actúa como una señal de lo real, incompatible con el fantasma de mujer correcta, diferente a las otras de su familia. Su fantasma se desvanece ante lo real del diagnóstico que ella interpreta como prueba de su comportamiento errado. Queda desprotegida, impotente y ubicada en su posición de objeto de goce para el Otro. Hasta el momento tenía un modo de goce soportable en la medida que se inventaba una forma de actuar “correcta” que le permitiese soportar “ser hija del engaño” de aquel padrastro-padre maltratador y maltratado a quien ella ama y sostiene. Lo anterior podría explicar que luego de algunas sesiones, comience a retomar el tema del “modo de actuar correcto” ahora frente a la enfermedad, restaurando de otra manera el velo fantasmático, defensa que funciona.

Las recaídas, el fracaso en la remisión esperada de los síntomas, los abandonos, podrían tener en su base, una satisfacción sintomática, no reconocida por el sujeto. De ahí que nos parezca significativo destacar la pertinencia del descubrimiento freudiano de la pulsión (goce para Lacan), y su tratamiento.

Los casos asociados a problemáticas de salud y otros que acuden aquejados por un sufrimiento desbordante y enigmático, son tratados por el analista practicante en las instituciones de salud cubanas. Se muestra cómo es posible la inserción en los diferentes niveles del sistema de salud y contribuir a los objetivos fundamentales, atentos a la singularidad de cada caso, encontrando en lo real del goce del síntoma una brújula más que un intruso expulsable.[15] El analista apunta a la existencia de un sujeto ético, capaz de hablar y asumir una responsabilidad subjetiva ante su padecer.

Es, además, parte de la ética de trabajo del analista en la institución, sostener un diálogo con otros colegas, sin resistirse a la evaluación, siempre que ésta no vaya contra la ética de la práctica analítica en sí misma como es el caso de los estudios experimentales y otros animados por la lógica positivista.

Deseo del analista en la política general

La política en general se fundamenta a partir de la concepción de Lacan del inconsciente como transindividual que permite apuntar al horizonte de la subjetividad de la época y al lazo social. Afirmó que el inconsciente es político, es el amo. El psicoanálisis como el discurso reverso de la biopolítica, es un “instrumento poderoso” para que el cuestionamiento sobre los discursos, los cuerpos, sus goces y sus potencialidades delirantes pueda “ser compartido por el mayor número posible de sujetos del cuerpo político”[16]. Se apunta así, a la conversación con decisores, con otros discursos.

“Aquel que practica el psicoanálisis debe lógicamente querer las condiciones materiales de su práctica. La primera es la existencia de una sociedad civil stricto sensu, distinta del Estado. (…) el psicoanálisis hace causa común con la libertad de expresión y el pluralismo. (…) no es revolucionario, pero es subversivo, (…) es decir que va en contra de las identificaciones, los ideales, las palabras clave”.[17]

Nuestro contexto social, por muchos años con un control total de la vida pública y privada por el estado, ha ido paulatina y discretamente, dando lugar a alternativas más allá de él. La existencia de nuestra sección de Psicoanálisis Lacaniano en la sociedad Cubana de Psicología, la invitación al diálogo en los diferentes espacios de la ciencia, la legalización de ciertas actividades privadas, un gobierno que solicita ser asesorado por el saber “científico” y de las llamadas “ciencias sociales” vislumbran posibilidades de hacer existir el psicoanálisis. Es con la orientación política en general que se hace posible interrogar los acontecimientos de la política con los instrumentos del discurso psicoanalítico.

Se requiere no solo del deseo del analista en formación; también de ese “bien decir”, que se va extrayendo del análisis. Así, sin ubicarse en uno u otro extremo de las identificaciones, sin entrar en el combate de tantos ismos contemporáneos, será posible apostar por dar lugar a lo singular. A lo anterior, agregaría el poderoso poder de la transferencia. Sin esta, no parece posible iniciar un análisis, hacer vida de escuela, ni hacerse escuchar en el lazo social.

A pesar de la participación en eventos y jornadas científicas donde hay un debate sobre el lugar del psicoanálisis, aún se podría participar más en los asuntos públicos, que creen las condiciones de existencia del psicoanálisis mismo.

 
Notas
  1. Analista practicante. Miembro NEL-Delegación La Habana. Asociación Mundial de Psicoanálisis.
  2. Bassols, M., “Acerca de la formación del analista”, en Bitácora Lacaniana n°6, Revista de Psicoanálisis de la Nueva Escuela Lacaniana – NEL, Año 2017 p. 39-49.
  3. Lacan, J., El Seminario, libro 11, “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”, Buenos Aires, Paidós, 1992.
  4. Lacan, J., “La dirección de la cura y los principios de su poder,” en Escritos 2, México, Siglo XXI, 1971, p. 565-626.
  5. Miller, J.⁃A.,en Política Lacaniana, Buenos Aires, Colección DIVA, 1999.
  6. Laje Vallejo,C. y Bedevia Santoyo, A., Psicoanálisis en Cuba. Invención ante lo real, Habana, Científico-Técnica, 2017, p. 169.
  7. Baudini, S., “Prólogo”, en Psicoanálisis en Cuba. Invención ante lo real, Habana, Científico-Técnica, 2017, p. VII-VIII.
  8. Gorostiza, L., “Lo que Lacan aguardaba de su Escuela”, en Supplément de la Lettre Mensuelle, 2011,p. 99-102.
  9. Íbid., “De allí que la estructura Escuela haya sido concebida por Lacan a partir de dispositivos que se oponen a las identificaciones que hacen masa, y por eso, son dispositivos que, en cierto modo, intranquilizan, es decir, generan una cierta inestabilidad. La misma inestabilidad que habita a los conceptos psicoanalíticos o bien como la misma inestabilidad que atraviesa la enseñanza de Lacan que no cesó en no imitarse a sí mismo”.
  10. Cárdenas, M. H., “La práctica lacaniana y el Psicoanálisis Aplicado”, en Metaphora nº 3, 2004, p.157-164.
  11. Recalcati, M., “La cuestión preliminar en la época del Otro que no existe”, en Virtualia nº 10, 2004.
  12. Lacan,J., “La dirección…”, Op.Cit.,p. 565-626.
  13. Bernia, M. R. M., “El trabajo del psicológo en Atención Primaria de Salud desde una perspectiva psicoanalítica”, Psicoanálisis en Cuba. Invención ante lo real, Habana, Científico-Técnica, 2017, p.59-65.
  14. Laurent, É., El reverso de la biopolítica. Una escritura para el goce, Provincia de Buenos Aires, Grama Ediciones, 2016, p. 291.
  15. Laje Vallejo,C. y Bedevia Santoyo, A., Op. cit., p. 169.
  16. Baudini, S., Op. Cit, p.VII-VIII.
  17. Lacan, J., “La dirección…”, Op. Cit., p. 565-626.
 
 
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