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Consecuencias
 
Edición N° 29
 
Septiembre 2024 | #29 | Índice
 
Superyó de la cultura: Gustar y emocionar
Por Andrea Botas[1]
 
Andrea Botas

I: Introducción.

El superyó –sostiene Freud– debe su posición respecto del yo, debido a un factor prestado de dos lados: por un lado, es la identificación inicial, ocurrida cuando el yo era todavía endeble y por el otro, es el heredero del Complejo de Edipo. En el primer caso, el superyó aparece como equivalente del ideal del yo: "actuará como portador del ideal del yo con el que el yo se mide"[2]. En el segundo, el superyó derivará de la transformación de las primeras investiduras de objeto del niño en identificaciones.

Respecto al yo –dice– se somete al imperativo categórico de su superyó.

Declara Freud: "Respecto a la limitación de las pulsiones, de la moralidad: el ello es totalmente amoral, el yo se empeña en ser moral, el superyó puede ser hipermoral y entonces volverse tan cruel como únicamente puede serlo el ello"[3].

El yo se encuentra sometido a la severidad del superyó. Entre los vasallajes del yo –menciona Freud– el más interesante es el que lo somete al superyó.[4]

Se llama conciencia de culpa a la tensión entre el superyó que se ha vuelto severo y el yo que le está sometido. El superyó maltrata al yo, con quien se encuentra en íntima copertenencia[5].

La cultura como desarrollo necesario de la humanidad es el resultado de la eterna lucha entre el Eros y la pulsión de destrucción o de muerte. [6]

El individuo y la cultura, se disputarán el terreno manteniendo hostilidades recíprocas. Esta lucha conllevará una querella doméstica de la libido.[7]

La comunidad–al igual que el individuo– también plasma un superyó, bajo cuyo influjo se consuma el desarrollo de la cultura[8]. Freud lo nombra superyó de la cultura. Cultura e individuo trabajan con los mismos medios.

El superyó de la cultura[9] ha formado sus ideales y plantea sus reclamos. Respecto a lo primero, el superyó de una época cultural –dirá Freud– reposará en la impresión que han dejado tras de sí grandes personalidades conductoras, hombres de fuerza avasalladora (…) que al ser eliminadas por los demás tras un asesinato violento ascendieron a la divinidad. Respecto a sus requerimientos, planteará severas exigencias ideales cuyo incumplimiento será castigado[10].

Los reclamos que atañen a los vínculos recíprocos entre los seres humanos se reanudan en la ética. La ética ha de considerarse como un empeño en alcanzar por mandamiento del superyó lo que hasta ese momento el restante trabajo cultural no ha conseguido.

II: Gustar y emocionar.

Me interesa pensar algunas cuestiones del superyó cultural y la subjetividad contemporánea a partir de la lectura de un texto de Lipovetsky.

En su "Ensayo sobre la sociedad de seducción" examina que la hipermodernidad marca una ruptura en la historia de la seducción, debido a la destradicionalización, desimbolización e individualización de sus prácticas[11]. Época en la que las estrategias de seducción funcionan como lógicas estructuradoras de la vida colectiva e individual. Ya no se trata de disciplinar, reprimir, sacrificar sino de gustar y emocionar. "Aquí es donde lo ultracontemporáneo halla un sorprendente punto de encuentro con la época clásica; ya que es el lema clásico –gustar y emocionar– inicialmente relacionado con el teatro"[12]. Este imperativo se aplica a diversos ámbitos: la economía, los medios de comunicación, la política, la educación. Atraviesa hombres, mujeres, padres, niños, jóvenes, consumidores, políticos.

El capitalismo consumista resulta un capitalismo de seducción. Su nuevo mandamiento: déjese tentar, sucumba al encanto de los placeres y de las novedades[13]. Las lógicas de estímulo de los deseos, las lógicas emocionales organizan el universo tecnomercantil. Todo se presenta para atraer la atención de los consumidores, divertirlos, hacerlos soñar, conmover sus afectos.

En la escuela, se sustituye el paradigma del autoritarismo por un modelo basado en la comprensión, el placer y la receptividad relacional. "La intención central ya no es disciplinar los comportamientos del niño, sino hacer realidad su desarrollo, su autonomía, su felicidad."[14] Estadio cool[15]de la educación. La educación–seducción al tirar los antiguos dispositivos disciplinarios, toca la relación padre/hijo. Con el placer como marco de referencia, se ha organizado una educación llena de atención y consideración hacia los niños[16]. Afloran padres que se sienten culpables si no están siempre presentes. Que temen mostrarse severos al pensar que así están poniendo trabas al desarrollo de su personalidad, su autonomía, su autoestima. Temen ser rechazados por sus hijos. Consecuencias: padres desamparados y niños problemáticos, tiranos.

La política también se reconfigura por los dispositivos de seducción. Infoentretenimiento, mediatización de la vida privada, estrellato de los líderes; estrategias que apuntan a captar la atención y simpatía de los ciudadanos. "Ya no es el momento de la inculcación propagandística, sino de la seducción videopolítica."[17]

Paradoja del cosmos político: a medida que avanzan las operaciones de seducción dirigida a los ciudadanos/consumidores –con la sustitución de los símbolos del Estado por la telegenia[18], lo cool, consejeros de comunicación, expertos en imagen–, estos se muestran más desencantados con los elegidos.

La seducción–mundo ha desintegrado los marcos colectivos, ha provocado la emergencia de una individualización hipertrófica de la relación con el mundo. No se reduce al reino de las apariencias es productor de un nuevo modo de estar juntos, agente de una revolución permanente de los modos de consumir y comunicar, de pensar y existir en sociedad[19].

Desde los 90´ con el neoliberalismo, la mundialización y la revolución de las nuevas tecnologías de información y comunicación –microordenadores, conexión a internet, GPS, Smartphones– atraen fuertemente al hacer posible la interactividad, la instantaneidad, la conexión permanente con los demás. Existe la comunidad virtual donde la fascinación permanente por las redes sociales permite estar en contacto continuo con "amigos", ponerse en escena, gustar, recibir gratificaciones simbólicas, emocionar a los otros, sentirse halagado por sus aprobaciones. Todo esto ratifica la regla del "gustar y emocionar".[20] Ley instituida por la medida y el cálculo del capitalismo consumista.

Un mundo material estandarizado, que rinde culto al mercado, a la eficacia. Porno, imágenes violentas hiperbólicas, telebasura, speed watching[21], la multiplicación de los atentados terroristas,los medios de vigilancia que amenazan las libertades, los flujos migratorios en Europa impulsados por la desesperación forman parte del espectáculo de la época.

El mundo es inseparable de la llegada de un capitalismo estético.

"Nunca en la historia, el imperativo de "gustar y emocionar" se había manifestado de manera tan sistemática en los ámbitos de la vida cotidiana. El ethos seductor no cesa de ganar terreno. Operaciones de encanto que pueden, dar lugar a experiencias débiles, pero también a un encantamiento mágico, a placeres reales, a veces intensos. Así la modernidad radicalizada ve extenderse el imperio de la seducción, a pesar de propagarse un inmenso malestar y una inseguridad y ansiedad generalizadas"[22].

La seducción es artífice y a la vez, una empresa destructiva.

Más allá de las lecturas que marcan la tradición, donde la seducción designa el mal, el disimulo, el engaño, Lipovetsky propone un enfoque diferente, tanto en el plano filosófico como en el plano social histórico.

Sostiene que la seducción es una experiencia originaria y universal. En el ser humano, de entrada, las vivencias se dividen entre las que atraen y las que repelen. Desde este punto de vista, ser seducido no es ser víctima de engaño, sino verse afectado agradablemente, sentirse atraído por algo o por alguien fuente de representación imaginaria y de placer, de manera que la seducción como experiencia interior es también anterior a la del placer o el dolor. La seducción es consustancial a lo vivo[23]. Está en el origen del deseo, lo aviva. Produce fuerzas deseantes e imaginarias. Funciona como potencia motriz. En el orden del encuentro sexual, la seducción hay que considerarla como una fuerza o un instrumento productor de deseabilidad. [24]

Explica la seducción sirviéndose de la metapsicología freudiana. La localiza en la base de la constitución del sujeto y del cuerpo sexuado. Retoma Lipovetsky el Estadio del Espejo. Ubica allí una experiencia de seducción puesta de manifiesto por el júbilo del niño frente a su imagen especular. Esta seducción–asunción jubilatoria da al niño su identidad corporal, constituye un momento esencial de sí mismo, en el paso de la indistinción infantil a la emergencia del sujeto. La seducción creada por el espejo es una matriz simbólica que marca la entrada al narcisismo primario, formadora de la identidad y la unidad de la persona[25].

El niño tiene que haber sido seducido por la actividad libidinal de los padres para convertirse en un ser humano.

Se plantea a la seducción como experiencia fundamental necesaria para la vida psíquica, deseosa y activa.

Lipovetsky describe una seducción soberana. En el orden tradicional las comunidades han ejercido un control estrecho sobre la formación de parejas. Las relaciones de cortejo no eran un asunto privado. Eran vigilados por los padres o por todo el grupo. Actualmente, se ofrecen en cantidad casi ilimitada debido a la explosión de las páginas Web de encuentros on line.

Los encuentros son libres, fáciles y se ofrecen sin límite en internet. Los métodos de acercamiento han entrado en la era de la desregulación y del individualismo extremo: todo está abierto, casi nada está prohibido. En la época del ligue generalizado, sin límite espacio–temporal, hipertrófico y banalizado, se consolida el reinado de la seducción soberana.[26].

Se instala la seducción conectada. Se ingresa en la industria de la seducción. Ciberligue, encuentros radicalmente inéditos. El contacto se establece con desconocidos, la relación virtual precede al encuentro cara a cara. Las operaciones de encanto (ej: llamar la atención a través de un perfil optimizado) se llevan a cabo antes de que se encuentren "de verdad". El uso de un seudónimo, el anonimato y la ausencia del cara a cara corporal, es posible en internet. Se liga sin desplazarse, obteniendo el máximo de matchs. El tiempo es algo rentable. Ligue máximo, ritual mínimo.[20]

Sorprende una página de nombre AdopteUnMec.com. Se define como el "supermercado de los encuentros donde las mujeres consiguen buenas gangas" y se dirige a las mujeres en calidad de "clientas". La seducción cambia por una lógica de la urgencia consumista. Es necesario que el encanto actúe tan rápido como un simple clic. Las nuevas apps han introducido una dimensión lúdica, rápida y fácil consustancial a la cultura consumista. Establecen el papel supremo de la apariencia física, de la sencillez de los like y de lo fun en la elección con un simple clic (Tinder). Una actividad lúdica, no siempre con el fin de lograr encuentros reales, sino para distraerse. Comprobando el poder de seducción de uno, tranquilizándose narcisísticamente, "inflando" el ego (…) resultando ser Don Juan destronado por Narciso. [28]

Hay diferencias entre los animales y el hombre. El hombre recibe su cuerpo de la naturaleza y continuamente lo modifica, lo remodela. El cambio del cuerpo es propio de la dimensión del hombre: el transformarlo hasta el punto de negar el desarrollo natural del cuerpo[29]. Otra discrepancia: el engaño de la palabra se opone a la simulación y los señuelos de los animales. Un animal no simula que está simulando[30]. Mientras en el animal, el engaño seductor es relativamente excepcional, el de los humanos es frecuente al apoyarse en los recursos del lenguaje. En el animal, son señales estereotipadas para una misma especie, determinadas biológicamente, innatas.

Hombres y mujeres mantienen una relación compleja con la oposición verdadero/falso. Ej., la mujer maquillada muestra una tez falsa, pero al mismo tiempo el artificio se muestra como tal. Su finalidad no es engañar, sino gustar; a veces únicamente por el placer de gustar. Lo falso se exhibe y a menudo se valora.[31]

Hay una oferta de medios capaces de embellecer sin límites. Desde consejos y técnicas estéticas hasta incitaciones perpetuas para perfeccionar las megasuperficies de cosméticos. Los medios utilizados para gustar son exaltados y están justificados en nombre del placer y del bienestar subjetivo. Responden al derecho absoluto a cambiar de apariencia sin límite ni obstáculo[32].

Cada uno se siente propietario de su cuerpo. El cuerpo ya no es algo dado que hay que sufrir y aceptar sino algo que se puede corregir, mejorar a voluntad motivado por la autoseducción. Tiene que devolvernos una imagen que nos guste y que guste a los demás.[33]

Sostiene Lipovetsky que "La cultura de la seducción registra el empuje de nuestra relación subjetiva con el mundo, de la era del yo, del individualismo personalizado hipermoderno"[34]. Un individualismo llamado "narcisista"[35], centrado en uno mismo. Alejado del sentimiento de obligación hacia los ideales y las instituciones. El yo se ha convertido en la "medida de todas las cosas"[36]. ¿Muestra de la copertenencia freudiana del yo–superyó?

El capitalismo de seducción no para de multiplicar dispositivos para capturar la atención. Seducir es atraer la mirada y la atención[37]. Tecnologías de la aisthesis[38] con el fin de gustar a los consumidores, de emocionarlos, de provocar evasión y experiencias de placer[38]. Lo que atrae al consumidor no es tanto la dimensión del tener como los placeres que ofrecen los interminables nuevos comienzos.[40]

Gracias al big data, los cálculos algorítmicos, las huellas digitales, se consolida la mass–customization[41].

Frente a la multiplicación del campo de lo posible y la vertiginosa oferta de tentaciones, la seducción en la web crea adicción y crea aún más decepción. "Al aumentar la distancia entre las expectativas y la experiencia real, el reinado de la seducción soberana (…) funciona como un instrumento de insatisfacción, desilusión y decepción repetidas".[42]

Se escucha la angustia frente a la hiperelección. El aburrimiento como malestar. En algunos casos, puede resultar insoportable. Una lectura moderna de este último, establece que nació de la uniformidad; y así, para gustar hay que ahuyentar el aburrimiento de lo repetitivo, multiplicando los placeres de la sorpresa, de lo diverso y de la elección[43].

Tanto los televidentes como los internautas muestran impaciencia. Ya no se toleran las páginas lentas. A la vez, la atracción por la velocidad no es sin cierto agotamiento debido al exceso de aceleración, presión e incitación que se experimenta permanentemente.

Paradoja de la mercadotecnia: por un lado, el marketing detenta una fuerza de intrusión y predicción creciente y por el otro, la diversificación de la oferta y las herramientas digitales dan un nuevo poder a los neoconsumidores (el de arbitrar sus compras informándose, comparando precios). Cada uno se convierte en un operador mercantil, un revendedor de sus propios bienes[44]. Los neoconsumidores se sostienen en la sensualización, la erotización y la estetización de las experiencias.

Atravesados por una cultura cuya principal característica es la de contribuir a la "infantilización de los adultos"[45] por medio de satisfacciones sin esperas, sin esfuerzo, comprando productos para permanecer siempre joven.

Este tipo de sociedad –siguiendo a Lipovetsky– produce mayor fragilidad subjetiva. "Privada de la seguridad identitaria tradicional y de los apoyos comunitarios de antaño, la individualidad narcisista está cada vez más desarmada interiormente. Así lo muestra el aumento de intentos de suicidio, la frecuencia de los estados de ansiedad y depresivos, la toxicomanía en alza y el consumo desmedido de psicotrópicos. Cuanto más el individuo posee la libre determinación de sí mismo, más se muestra psicológicamente inestable".[46] Junto al malestar, se multiplican los gurús, coaches, las sesiones psicológicas basadas en técnicas variadas. Incluso aquello relacionado con el "desarrollo personal" no escapa al ethos consumista[47].

La sociedad de seducción –concluye Lipovetsky– no sería un porvenir deseable. Debe ser reorientada. "No se trata de poner en la picota el principio del gustar y emocionar, sino de vencer las seducciones "pobres" mediante otras seducciones menos estructuradas por la oferta mercantil. La seducción es el problema, pero forma parte de la solución. Se debe apostar a una sociedad de seducción que, al dar el máximo de posibilidades a la cultura, al saber, a la creatividad, proponga a las generaciones futuras atractivos distintos de los del cosmos mercantil[48].

III: Avatares[49] del yo y del superyó.

Considero conveniente seguir esa íntima copertenencia entre el yo y el superyó. Para ello algunas preguntas:

¿Qué resortes esenciales de la subjetividad actúan en la sociedad de la seducción?

¿Cuál es la función que desempeña el yo en la economía psíquica?

¿Qué función del otro en la adecuación de lo imaginario y lo real?

Freud, primero y luego Lacan, nos informan sobre la relación fundamental del sujeto humano con la imagen. Mencionan el júbilo[50] en la experiencia del niño frente al espejo: "hay un momento en el que se produce para el niño, a través de la mediación de la imagen del otro, la asunción jubilatoria de un dominio que aún no ha alcanzado".[51]

Asoma la presencia del otro, capturado en su función de testigo. En un juego de seducción[52] donde la palabra adquiere una función más simbólica, una satisfacción. El yo no puede concebirse sin el otro, dirá Lacan. El yo es referencial al otro, se constituye en relación al otro.[53] De modo que en toda relación narcisista el yo es el otro y el otro es yo.

Oportunidad en que se mira una imagen en el espejo y se ve allí donde no está. Instante que "permite ilustrar, el resultado de la estrecha intrincación del mundo imaginario y del mundo real en la economía psíquica"[54]. El dominio del yo se constituye por distinción respecto al mundo exterior.

Lacan menciona dos narcisismos. Un primer narcisismo en relación con la imagen corporal (le confiere su forma como hombre). Hace la unidad del sujeto. Un segundo narcisismo en lo que refiere a la relación con el otro. El otro tiene para el hombre un valor cautivador. Identificación narcisista –especifica Lacan– identificación al otro que, permite al hombre situar su relación imaginaria y libidinal con el mundo. Le posibilita estructurar su ser libidinal en función de ese lugar y de su mundo de los objetos. Para ordenar su realidad debe pasar por esa "alienación fundamental"[55] en su relación con el otro. "Lo propio de la imagen es la carga libidinal; aquello por lo cual un objeto deviene deseable, aquello por lo cual se confunde con esa imagen que llevamos en nosotros"[56]. Una imagen como tal fascina.

Lacan destaca la seducción que ejerce el narcicismo[57] y nombra la seducción soberana que ejerce el niño para sus padres. (su majestad el niño; el niño es lo que sus padres lo hacen en la medida que le proyectan el ideal).

Freud llega a esa imagen por la vía de la dinámica de la carga libidinal[58]. Lacan agrega que el yo debe tener una relación estrecha con la superficie del cuerpo. "Esa superficie en tanto está reflejada en una forma (forma vacía). No hay forma sin superficie (…) es esta superficie la que se conoce como cuerpo"[59]. Imagen cautivante que se encuentra en la base de la constitución del Yo. La fascinación es esencial a la constitución del Yo[60].

Es muy difícil definir al yo –dirá Lacan– como una función autónoma. Es sede de la ilusión, lugar de la pasión –amor pasión– y conduce al desconocimiento[61]. Su función es imaginaria. Las fallas de las funciones de síntesis del yo se traducen en ausencia de atención y agitación[62].

Lacan separa lo que pertenece a la función del yo que es del orden del registro dual y lo que pertenece a la función del superyó que es una introyección secundaria respecto a la función del yo ideal. Y aclara que la introyección es siempre introyección de la palabra del otro[63]. Introyección como identificación (heredero del Complejo de Edipo).

En este momento de su enseñanza, señala un superyó represivo, coercitivo. Se sitúa en el plano simbólico de la palabra. Es un imperativo. Es coherente con la noción de la ley, con el conjunto del sistema del lenguaje en tanto define la situación del hombre como tal. Y en sentido contrario, presenta un carácter insensato, ciego, de puro imperativo, de simple tiranía; llega a ser el desconocimiento de la ley. Es simultáneamente, la ley y su destrucción. Figura feroz del superyó[64]. Incluye: "un enunciado discordante, ignorado en la ley (…) una instancia ciega repetitiva".[65]

En 1964 –Seminario 11– establece el estatuto real del superyó: es introyectado como objeto voz.

A la altura del seminario 20 (1972–73), el superyó aparece como imperativo a gozar. Lo categórico –territorio del superyó– ya no es reprimir. Sin embargo, se mantiene lo ciego y repetitivo, manteniendo una relación discordante con el cuerpo. En la repetición se anudan el significante y el goce.

El goce ya no es conforme a la estructura significante (…) el goce en nosotros que hablamos, sólo adquiere su peso por estar evacuado de la instancia de la letra, de la palabra, de lo simbólico, sostiene Miller[66].

Y agrega: "el superyó está exactamente en la conjunción de lo simbólico y lo real"[67]. Si el goce está excluido de lo simbólico, está también por doquier, a él se apunta siempre en la articulación significante. El superyó es una ley que se articula apuntando al goce, incluso haciendo de él un imperativo como Goza![68].

El superyó –explica Miller– organiza los síntomas al encontrarse en la juntura entre simbólico y real. Por tal motivo, no se puede reducir la clínica a la interpretación, al juego de palabras. Su estatuto real alude a que el goce –a diferencia del deseo– no desliza, vuelve siempre al mismo lugar[69].

Miller nos indica pensar el superyó en los tres registros: imaginario, simbólico y real. Sostiene de entrada que podría ser una función eminentemente imaginaria: un personaje. La figura obscena y feroz del superyó, se encarna a veces, en un personaje que existe en la historia del sujeto.

La función del superyó en lo simbólico –que se lee en el seminario 1 y 2– es la ley insensata. Y la tercera vertiente es el superyó como real donde el superyó es el objeto a como voz[70].

Solemos mencionar la voz del superyó. Se une voz con goce. En la época del ojo absoluto, de la seducción soberana, ¿no se podría unir la mirada con el superyó?

El goce como satisfacción de lo pulsional, el goce no cautivo de la medida fálica ¿no está en consonancia con la seducción–mundo?

 
Notas
  1. Presentado en el Departamento de Psicoanálisis y Filosofía Pensamiento Contemporáneo. ICDEBA–CICBA, Bs. As., 5 de Julio de 2024.
  2. Freud, S., "Cap.5: Los vasallajes del yo en El Yo y el ello". Obras Completas TXIX), Amorrortu, Argentina, 1992.
  3. Ibíd.
  4. Ibíd.
  5. Freud, S.,Cap.7 en El Malestar en la cultura. Obras Completas. TXXI, Amorrortu, Argentina, 1990.
  6. Ibíd., p.128.
  7. Ibíd., Cap.8,
  8. Ibíd.
  9. Ibíd.
  10. Ibíd.
  11. Lipovetsky, G., Gustar y emocionar. Ensayo sobre la sociedad de seducción, Anagrama, Barcelona, 2020, p.11.
  12. Ibíd., p.13.
  13. Ibíd p.17.
  14. Ibíd.
  15. Ser cool. R. bueno, genial, relajado. Responde a una estética de actitud, comportamiento, apariencia y estilo que generalmente se admira.
  16. Lipovetsky, G., Op. Cit., p.357.
  17. Ibíd., p.18.
  18. Conjunto de cualidades de una persona que la hace atractiva.
  19. Lipovetsky, G., Op.Cit., p.18.
  20. Ibíd., p.20.
  21. Traducción: Visualización acelerada. En el culto a la prisa.
  22. Lipovetsky, G., Op.Cit., p.22.
  23. Ibíd., p.22.
  24. Ibíd p.24.
  25. Ibíd p.25.
  26. Ibíd p.77.
  27. Ibíd., p.95.
  28. Ibíd., p.97.
  29. Ibíd., p.165.
  30. Ibíd., Lacan citado por Lipovetsky en p.171.
  31. Ibíd., p.174.
  32. Ibíd., p.181.
  33. Ibíd., p.183.
  34. Ibíd., p.204.
  35. Ibíd., p.423.
  36. Ibíd., p.423.
  37. Ibíd., p.256.
  38. Traducción: sensación.
  39. Ibíd., p.257
  40. Ibíd., p.263.
  41. Personalizar algo realizando modificaciones que reflejen gustos y preferencias de la persona.
  42. Ibíd., p.100.
  43. Ibíd., p.266.
  44. Ibíd., p.389.
  45. Ibíd., p.411.
  46. Ibíd., p.425.
  47. Ibíd., p.436.
  48. Ibíd., p. 31.
  49. Del fr. Avatar, y este del sánscr. Avatâra, descenso o encarnación de un Dios. En la religión hindú, encarnación terrestre de alguna deidad, en especial Visnú. Otra acepción: cambios, vicisitud, altibajos.
  50. Alegría intensa.
  51. Lacan,J., Seminario 1. Los escritos técnicos de Freud, Paidós, Bs. As., 1985, p.252.
  52. Ibíd p.84.
  53. Ibíd., p.85.
  54. Ibíd., p.127.
  55. Ibíd., p.193.
  56. Ibíd., p.214
  57. Ibíd., p.202.
  58. Freud, S., El Yo y el ello. Op. Cit.
  59. Lacan, J., Op. Cit., p.253.
  60. Lacan, J., Seminario. 2 El Yo en la Teoría de Freud y en la Técnica Psicoanalítica (1954–55), Paidós, Bs. As., 1984 p.82
  61. Lacan, J., Seminario 2, Op. Cit., p.104.
  62. Lacan, J., Seminario 1, Op. Cit., p.165
  63. Lacan, J., Seminario 1, Op. Cit., p.133
  64. Lacan, J., Seminario 1, Op. Cit., p.161.
  65. Lacan, J., Seminario 1, Op. Cit., p.292
  66. Miller, J. – A., "Teoría de los Goces" en Conferencias Porteñas, Tomo 1, Paidós, Argentina, 2009,p.147.
  67. Ibíd.
  68. Ibíd., p.148
  69. Ibíd., p.148
  70. Miller, J. – A., "Clínica del Superyó" en Conferencias Porteñas, Tomo 1, Paidós, Argentina, 2009, p.138.
 
Bibliografía
  • Freud, S., El Yo y el ello. Obras Completas. TXIX, Amorrortu, Argentina, 1992.
  • Freud, S., El Malestar en la cultura. Obras Completas. TXXI, Amorrortu, Argentina, 1990.
  • Lipovetsky, G., Gustar y emocionar. Ensayo sobre la sociedad de seducción, Anagrama, Barcelona, 2020.
  • Lacan, J., Seminario 1. Los escritos técnicos de Freud, Paidós, Bs. As., 1985.
  • Lacan, J., Seminario. 2. El Yo en la Teoría de Freud y en la Técnica Psicoanalítica, Paidós, Bs. As., 1984.
  • Miller, J. –A., Conferencias Porteñas. Tomo 1, Paidós, Argentina, 2009.
 
 
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