Introducción:
Esta conferencia de Mauricio Beltrán nos invita a pensar el estatuto de cuerpo en el autismo como un sujeto que tiene un cuerpo y resiste a poner en juego el circuito pulsional a través del Otro. ¿Qué dignidad puede tener el cuerpo en el autismo? ¿Cómo hacernos partenaire del autista? El sujeto autista experimenta un goce y por lo tanto tiene derecho a hacer algo con él.
El Autista Resiste:
¿Qué es el acontecimiento de cuerpo? Una irrupción de goce que constata el ingreso del ser hablante al campo de lalengua, una marca de goce que atestigua el impacto del significante en el cuerpo.
El cuerpo como tal es algo a erogeneizar. El parlêtre, ser parlante, debe prestar consentimiento para que la lengua impacte en el cuerpo. La lengua, presencia simbólica como efecto de resonancia, nombra al parlêtre, lo vuelve reconocible para sí y lo liga al campo del tener, “tengo un cuerpo”.
El sujeto autista, menciona Mauricio Beltrán, resiste a esa marca original de la lengua, por lo que tampoco se deja representar por los significantes del Otro. El autista se ubica en un espacio de resistencia, de rechazo a toda dependencia del Otro, es como tal, un espacio de opacidad.
En el rechazo y en el esfuerzo por obturar la inscripción de la lengua del Otro en el cuerpo radica la liturgia autista. Miller señala que el autista hace una elección por la petrificación, el S1 sin sentido, se aliena a un no querer saber. En este sentido, en muchos casos de autismo el sujeto no accede a la separación, es decir, no puede tomar distancia del acontecimiento traumático que conllevó el impacto de la lengua en el cuerpo.
Mauricio Beltrán comenta que: “El silencio de los niños autistas es un discurso de resistencia a un campo de poder–saber, y en los últimos años encontró, en su modo de gozar, el paradigma de un malestar que habría que revertir mediante respuestas de orden terapéuticas–ortopédicas”[2].
La práctica del psicoanálisis no se ejerce en la línea de pretensiones ortopédicas que empujan al autista al campo de la normatividad. “Partimos del respeto por sus maneras de consentir o no a ese encuentro con la lengua del Otro y a las formas particulares en las que se puede llegar a inscribir esa experiencia”[3]. Explica Mauricio.
Encapsulamiento autista:
Esto conduce al autista a optar por diversas estrategias para lidiar con el impacto de la lengua. Una estrategia prevalente es el encapsulamiento, esto es, la producción de un neo–borde en el que se localiza el goce, y que supone la extracción de un significante amo (S1) del murmullo de la lengua pero en lugar de hacer cadena, este significante se llama a sí mismo, por lo tanto se produce una reiteración del mismo significante que Mauricio Beltrán denomina Liturgia.
La palabra liturgia en su etimología griega se identifica con aquellos actos o rituales que inicialmente no se relacionaban con la religión. Decimos que la liturgia del autista es la liturgia del Uno en tanto no hace cadena, no se liga al Otro. “El autismo es el trastorno del dirigirse” define Eric Laurent en “La Batalla del autismo”[4].
En este sentido es preciso situar el encapsulamiento del autista allí donde se envuelve en su propio goce a partir de la iteración de un significante amo suelto que produce un neo–borde. Para precisar esto Beltrán hace una revisión del estatuto del cuerpo tal como lo empieza a desarrollar Lacan a partir del Seminario 10.
Lacan, a partir del Seminario La Angustia, va a focalizar el estatuto del cuerpo en lo no-especular, en el recorte de zonas erógenas que quedan por fuera de la forma ortopédica unificada que había formulado en el estadio del espejo.
El autismo revela particularmente la superficie topológica del cuerpo, aquella que trasciende un espacio circunscripto en un interior–exterior y se privilegia la relación con los objetos pulsionales que podrían cederse o no. Los objetos pulsionales se desprenden del cuerpo trazando un recorrido a medida que elucubran un saber sobre la lengua. De este modo trazan un borde al trauma del agujero, inscribiendo la letra, que siempre es equívoca.
Ahora bien, tal como señala Eric Laurent en su libro La Batalla del Autismo: de la cínica a la política, el sujeto autista produce el neo–borde a través de la forclusión del agujero. ¿Cómo produce el trabajo de borde si rechaza ceder sus objetos pulsionales al Otro quien ofrecería el espacio propicio para el recorrido de la pulsión?
El sujeto autista evita la interacción con el Otro porque experimenta la cesión de sus objetos como arrancamientos reales, por lo que no hay inscripción de la pérdida en el Otro. Podemos decir que no le consiente al Otro el poder de inscribir la pérdida, por lo tanto, cada vez que tiene que lidiar con una cesión de objeto y poner en juego el deseo o la demanda resulta en una crisis.
Sin embargo, es posible evidenciar que el sujeto autista puede hacer un uso singular de cierto código con el que busca circunscribir algunas experiencias. Se constatan modos particulares en los que el autista articula su cuerpo con el espacio, realizando un tratamiento de las zonas erógenas que inicialmente no están ligadas al Otro. En esta dirección, se puede situar lo que Beltrán llamaría acontecimiento de cuerpo en el autismo.
¿Qué Inconsciente en el Autismo?
Producir un sitio apto para que el autista pueda hacerse de un partenaire y que pueda acceder a lo simbólico, esa es la estrategia de un analista en la clínica del autismo.
En los niños autistas se observan sensaciones y movimientos propios por fuera de todo uso convencional. “Son niños que suelen estar más angustiados porque el goce se localiza en la superficie del cuerpo y no logra ponerse a distancia”[5]. Señala Beltrán. Es decir, el autista tiene un cuerpo en tanto hay un decir, el de la lengua, que produce efectos.
En casos graves, el autista suele utilizar su propio cuerpo como borde parcial para extraer goce. Pueden llegar a lastimarse o autolesionarse para vaciarse de ese exceso.
En autistas más adentrados en lo simbólico se puede ver cómo se apropian de un objeto con el que puede establecer una dinámica. Es un recurso más tranquilizador, dice Mauricio, en tanto el objeto ya implica otra superficie que puede ser explorada y puesta a distancia, se pone en juego otro tratamiento del espacio.
Cuando se pasa al uso de un objeto concreto se puede ubicar un desplazamiento del neo–borde en relación al cuerpo y se observa cierto grado de apaciguamiento en las crisis de angustia. Este objeto fuera de cuerpo poco a poco puede integrar un nuevo circuito que rodea el cuerpo del sujeto, y llevarlo a interesarse por nuevos objetos.
Asimismo, los autistas pueden desarrollar un saber muy erudito sobre el objeto lo cual les permite un menor grado de dependencia respecto del objeto concreto y un mayor margen de regulación para el exceso de goce.
Entonces, en el horizonte de la clínica autista ubicamos a todo tipo de arreglos singulares que le permitan salirse del enloquecimiento espacial para ubicar una direccionalidad al Otro.
Al rechazar toda dependencia del Otro el mundo del autista es caótico. Su respuesta mediante la instauración de un neo–borde es un intento de suturar la pérdida inherente a la inclusión del sujeto en la lengua. Allí radica su resistencia al lenguaje, su esfuerzo por constituir un espacio subjetivo sin agujeros.
La liturgia del Uno es una primera respuesta subjetiva que atestigua que el autista tiene un cuerpo que habla, pero no lo hace a través de un saber inconsciente sino por la vía de las marcas que produce la lengua como enjambre de S1.
Es lo que vemos en sus movimientos repetitivos, la verborrea o la ecolalia donde hay un consentimiento al decir de la lengua, pero una detención respecto al lenguaje. Patricio. A. Bayón sitúa en El escabel y el cuerpo hablante: “Es una detención por la cual el autista no ingresa al sistema metafórico y metonímico del lenguaje, sino no-estructurado, como un enjambre de S1”[6].
¿Cómo hacerse partenaire del autista?
Debemos promover el pasaje de la lengua al lenguaje, pasar del encapsulamiento en que se repliega el autista a un circuito que posibilite la presencia de un partenaire.
Cuando el autista puede empezar a interactuar objetos fuera de su cuerpo es un progreso en tanto puede enlazar su pulsión a un espacio distanciado de su propio encapsulamiento y producir un acontecimiento de cuerpo ligado a la presencia del Otro.
Como destaca Mauricio Beltrán: “En la medida que el neo–borde se desplaza el niño autista adquiere una relación menos intimidante con la lengua incluso llegándose a apropiar de cierto código de comunicación”[7]. El autista rechaza la lengua que erogeneiza el cuerpo, que es siempre la lengua materna, pero puede lograr un saber hacer con esa opacidad que resiste a ser nombrada por los significantes del Otro.
Por último, traigo una cita de E. Laurent de “El reverso de la biopolítica”: “Allí donde había un goce siempre autístico, el analista hace advenir efectos de significado. Pero en sí, el síntoma no le dice nada a nadie: es goce puro de una escritura”[8]. Creo que refiere a la posibilidad de trabajar con aquello que el autista se apropió de las primeras marcas de goce, pero también atender que aquello que el autista inventa no tiene que hacer lazo con otro necesariamente sino debe tener una dimensión de sorpresa para él mismo. |